Islandia se ha puesto tan de moda que están analizando cómo frenar tanto turismo

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Redactor
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 Hemos visto muchos videos sobre auroras boreales, ballenas, paisajes de películas (si, Ben Stiller estuvo de viaje por Islandia y nos inspiró a todos)  kilómetros y kilómetros de naturaleza virgen, en fin, este es uno de los lugares más increíble y exótico del planeta y ha generado que viajeros de todo el mundo pasaran de desconocer su ubicación a sentir una necesidad por visitarlo. Tal fue el boom en estos últimos años que la isla se ha convertido en uno de los destinos más demandados del planeta.

Este dato lo dice todo: en 2009, recibía 464.000 turistas, mientras que en 2017 se espera que la visiten 2,4 millones. O sea: casi 6 veces más en un período de 8 años. Sólo en los dos primeros meses de este año, recibió casi un 60% más que en el mismo periodo de 2016, y este número impresiona más cuando hablamos de un país que posee tan solo 331.000 habitantes.

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Actualmente el turismo ya es el principal motor de la economía. Gracias a él, el año pasado, el PIB creció un 7,2% y la actividad ha sido el salvavidas de muchas familias que quedaron arruinadas por el desplome bancario, y encontraron aquí el modo de salir adelante. Así han florecido los puestos de trabajo que la misma actividad requiere: los guías que ofrecen rutas personalizadas se han multiplicado, mientras que otros han descubierto un buen negocio alquilando sus viviendas a través de plataformas como Airbnb.   Sin embargo, especialistas aseguran que el país no estaba preparado y esto ha llevado a las peores situaciones. Edward Huijbens, del Centro Islandés de Investigaciones Turísticas, asegura que la llegada masiva de visitantes genera suciedad y degradación de la espectacular naturaleza de la isla, entre otras consecuencias negativas.

Uno de las experiencias que atraía a los visitantes a este sitio era la posibilidad de contemplar impresionantes paisajes de hielo y lava en un entorno tranquilo, con poca gente, sin que nadie interrumpiera esos mágicos momentos de unión personal con la naturaleza. Bueno, adiós a eso.

Actualmente (como en casi la mayoría de los destinos de moda del mundo) es casi imposible sacar una foto con tranquilidad. Hace poco la isla era visitada mayoritariamente por unos pocos aventureros con ganas de perderse en la inmensidad de sus paisajes y explorar a fondo el terreno. Ahora, en cambio, quienes aterrizan son hordas de turistas que, en unos pocos días, se contentan con ir pasando fugazmente de un lugar a otro haciendo selfies.

Turistas se hacen un 'selfie' en Geysir, Islandia. (Reuters)
Turistas se hacen un ‘selfie’ en Geysir, Islandia. (Reuters)

«Los viajeros comprometidos y respetuosos con el medio ambiente, se han ido o se limitan a visitar las regiones del norte, menos pobladas y conocidas«,

La ministra de Turismo, Thordis Kolbrun Reykfjord Gylfadottir, admitía hace unos días que «el sector y todos nosotros tenemos que cuidar de no convertirnos en víctimas de nuestro propio éxito«.  «Si permitimos el acceso a más gente en este tipo de parajes, acabaremos perdiendo lo que los hace tan especiales, perlas únicas de la naturaleza que forman parte de nuestra imagen y de lo que estamos vendiendo».

«Tanto tránsito conlleva que la frágil flora sub-ártica sea pisoteada, creando caminos en los paisajes por los que luego corre el agua erosionando todavía más el terreno». Las formaciones naturales más sensibles son las zonas volcánicas recientes, cuyos cráteres se descomponen fácilmente. Éstos, de hecho, suelen ser uno de los atractivos más lamineros para los visitantes, que a veces se llevan pedazos de roca volcánica a casa, algo que está totalmente prohibido.

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Además de esto, la falta de infraestructura, como basuras y lavabos, hace que también se acumule la suciedad. Papeles, latas, plásticos de todo tipo perturban la vista en parajes que hasta hace nada se habían mantenido impolutos. Hartos del problema, algunos pueblos han decidido poner límites al número de pernoctaciones, como Kirkjubæjarklaustur, cuyos residentes no podrán acoger a más de 10 turistas en su propiedad, además de garantizar plazas de aparcamiento para todos y el buen comportamiento de sus huéspedes.

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Turistas irrespetuosos: NO los queremos (los odiamos)

Este tema lleva generando debate desde el verano de 2015, cuando salió a la luz la irreverente conducta de algunos turistas, que habían empezado a defecar justo donde se encuentran las tumbas de dos importantes poetas islandeses, en el emblemático Parque Natural de Thingvellir. Éste fue el punto de partida de un sinfín de denuncias, como la de la irresponsabilidad de un grupo de jóvenes británicos, que tuvieron que ser rescatados por los servicios de emergencia hasta tres veces mientras exploraban el interior del país. También se han multiplicado en los últimos cinco años, así como los accidentes de tráfico, la gran mayoría causados por extranjeros.

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Un turista chino falleció tras ser arrollado mientras contemplaba una hermosa aurora boreal en medio de una carretera.

Entendiendo la necesidad de hacer algo al respecto, el Ejecutivo se propone subir los impuestos sobre el turismo para financiar este tipo de medidas y, de paso, reducir el número de llegadas. También se está discutiendo la posibilidad de limitar el acceso a los lugares más sensibles, aunque «todavía no existe un análisis de cuánta es demasiada gente», detalla Huijbens. De hecho, si se compara con otros destinos, Islandia todavía no alcanza ciertos récords. Este año, por ejemplo, «ha recibido unos siete turistas por habitante, mientras que Mallorca, el año pasado, llegó a 20».

No todos juntos…

Otra solución (que requiere trabajo, tiempo y planificación), sería la de  admitir vuelos internacionales en otros aeródromos, como el de Egilsstaðir, en el este, o Akureyri, en el norte, un plan que aliviaría la presión sobre la capital y sus alrededores, y ayudaría a promocionar otras zonas menos conocidas.

Fuente: El Confidencial

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