Las aerolíneas llevan miles de cadáveres junto a sus millones de viajeros, y a diferencia de sus pasajeros, todos los difuntos tienen el mismo nombre: Jim Wilson.
Suena raro pero es muy probable que en más de un vuelo en el que hayas estado, viajara también el cuerpo de algún difunto, y ese el nombre que se le da es para mantener las identidades incógnitas.
Jim Wilson es la palabra clave que el personal de muchas aerolíneas han designado para hacer referencia a cuerpos fúnebres y para que las autoridades pertinentes sean conscientes del tipo especial de carga en la bodega.
American Airlines adoptó el nombre y muchos otros han seguido su ejemplo.
La necesidad de secreto es comprensible – la mayoría estaría ligeramente asustada o incómoda si supieran de su proximidad a un cadáver – y la necesidad de transportar ataúdes es vital, y muy normal.
Muchas personas viven lejos de sus familias y por lo tanto, cuando mueren, sus cuerpos necesitan ser trasladados para que puedan descansar cerca de sus seres queridos.
50.000 cuerpos muertos se mueven por avión cada año, la mayoría en ataúdes especialmente diseñados que están asegurados y encerrados en una bandeja de aire.
El Aeropuerto Schiphol de Ámsterdam, uno de los más grandes de Europa y un centro de vuelos internacionales e intercontinentales, está pensado para mover 2.000 cadáveres al año y cuenta con su propia morgue.
Si esta situación lo incomoda, sepa que cuando esté volando en líneas aéreas de corto recorrido o bajo costo es poco probable que suceda, debido a que generalmente no están preparadas para estos traslados.