La aparición ocurrió en el Atlántico Sur, más precisamente en Quequén, cerca de Necochea y se trata de un submarino de la armada nazi que, según informó la Liga Naval italiana, fue «explotado» intencionalmente para no dejar rastro en caso de una orden de rendición.
En un informe elaborado por los peritos el grupo de investigación llamado Eslabón Perdido, los ingenieros navales Juan Martin Canevaro y Andrés Miguel Cuidet, explicaron que las partes encontradas coincidían con el tipo de embarcaciones que utilizaba la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Para tomar las imágenes, la Prefectura usó un R.O.V (Vehículo operado en forma remota) y buzos, con los que se pudo comprobar la existencia del naufragio. La nave está ubicada a una profundidad oscilante entre 25 y 30 metros y disperso en una zona aproximada de 80 metros de largo por 10 metros de ancho.
Abel Basti, líder de la expedición que encontró el submarino indicó que «la pericia argentina dio un primer dictamen respecto a que no es un barco y hay piezas compatibles con un submarino» y que es un submarino, «sino que es un submarino alemán».
«Hay noticias de la época que hablan de un desembarco de jerarcas nazis en la zona. Frente a ese lugar descrito en las crónicas está este submarino hundido», relató Abasti, quien además sostuvo que en una nave de este tipo «podrían haber viajado unas cincuenta personas».