Formada por de dos plantas y ubicada en una de las Colonias históricas del madrileño barrio de Chamartín, se convierte en un hogar para envejecer, rodeado de arte y diseño, gracias al estudio Brage Tuñón
«La arquitectura es importante, pero más aún lo son las personas que la hacen posible», así afirmaba el arquitecto Carlos Brage Tuñón, Casa Chester, este proyecto que acabó por convertirse en casi personal, de una vivienda con fachada original de 1930 y cuyos propietarios querían convertir en un hogar donde poder envejecer.
Ubicada en una de las Colonias históricas del barrio de Chamartín en Madrid, característica por sus franjas de ladrillo a modo de antifaz, y de unos 140 metros cuadrados, la reforma integral de la edificación original de principios de siglo XX se sustenta en un peculiar programa de uso, ya que en la planta baja se sitúa la cocina, aseo y dormitorio principal, mientras que la planta primera se destina exclusivamente a un amplio salón de disfrute, que domina las vistas sobre la plaza principal de la colonia.
«La vivienda original se encontraba muy compartimentada, con el salón, cocina, aseos en planta baja, y cuatro pequeños dormitorios en planta primera. Además, el patio trasero estaba cegado con dos pequeñas construcciones que ahogaban este espacio, además de dejando toda esa zona de la casa sin luz», se encargó de describir Brage Tuñón. «Se tiraron la totalidad de los tabiques interiores, además de demoler estas construcciones auxiliares, devolviendo el patio trasero a la configuración original de edificación de colonia. Además, se modificó la posición de la escalera para la nueva distribución. En planta baja está el dormitorio, la cocina y un aseo, y toda la planta primera se dedica a un gran salón con zona de despacho de trabajo, coronado por un imponente techo inclinado a cuatro caras, cuyos planos terminan en un doble lucernario cenital. También se construyó una escalera de madera de roble volada y las mismas tablas del suelo de la casa, que permite comunicar ambas plantas con gran naturalidad, y se han abierto dos lucernarios en cubierta, orientando los planos del techo hacia ellos».
Los propietarios buscaban una casa ideal para poder envejecer. Por ese motivo, la distribución de la vivienda no es algo que vemos todos los días, ya que en planta baja se sitúa el dormitorio y un aseo adaptado, para poder usarlo cuando tengan eventuales problemas de movilidad. «El proyecto pretende definir un modo de entender la arquitectura, la sociedad y la vida, en la que los materiales nobles, la limpieza visual de los espacios y la sencillez de la luz, crean un ambiente cálido en el que poder vivir».
Desde un primer momento estaba claro que la elección de los materiales, iba a ser determinante. Y son madera de roble, lienzos blancos en paredes y la luz natural los materiales que buscan esta calidez y sencillez de la vida. El patio trasero es de baldosa hidráulica para reforzar el carácter artesanal de la intervención. «Para todas las habitaciones se ha utilizado una tarima de roble natural junto a paredes blancas a modo de lienzos. Los propietarios son amantes del arte contemporáneo y era importante crear ese soporte. En el aseo se ha utilizado un revestimiento de gres porcelánico de gran formato de acabado tipo yeso, que hace que paredes y suelos tengan un tono monocromático que interesaba lograr. La cocina tiene azulejos artesanales tipo zellige para que vibrase un poco, a pesar de su reducido tamaño. Las ventanas también se han recercado de roble, significando con ello la intención de que el jardín exterior forme parte de la vivienda, enmarcando su vista como si de una obra de arte se tratara. Una de las primeras peticiones del cliente fue la de hacer una casa que no sea de burgués y creo que lo hemos conseguido».
El dilatado proceso de reforma llevó a que las visitas de obra semanales se convirtieron en «reuniones de amigos entre nosotros, los clientes, el constructor y el aparejador. En todas estas reuniones estuvo presente el entrañable perro de los clientes, que se llamaba Chester. Desgraciadamente murió un poco antes de terminar la obra, con lo que pensamos que sería un bonito homenaje dar su nombre al proyecto del que había formado parte de manera involuntaria». Y para homenajear a Chester como es debido, qué mejor que hacerlo con las piezas de arte que los propietarios poseen.
Así, durante la obra se fueron definiendo las diferentes estancias, pensando en cada una de las obras, «y en las paredes blancas alternan cuadros de Günther Förg, Ettore Spalletti y José Pedro Croft, junto a fotografías de Helena Almeida, Axel Hütte o Andreas Gursky, con mobiliario de Naoto Fukusawa, Hans Wenger, Fritz Haller, Marcel Wanders o Piero Lissoni, y diseños propios nuestros». Desde luego, envejecer así y aquí, es todo un lujo.