Una ola de calor sin precedentes está siendo noticia en el hemisferio norte y generando una alerta total en cuanto a medio ambiente respecta: según los primeros datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), junio fue el mes más caluroso jamás registrado de acuerdo a los registros de los últimos 174 años, pero el mes de julio podría ser aún peor. Por su parte, en las últimas horas China alcanzó los 52.2°, la temperatura más alta registrada en el país.
China registró recientemente una temperatura de 52,2 °C, alcanzando un preocupante récord para mediados de julio. Según informó el servicio meteorológico, la medición en la región de Xinjiang, la más cálida del país durante el verano, se percibió durante las 19 horas y superó la marca anterior que se remontaba a julio de 2017 y que había alcanzado 50,6 grados.
Una estación meteorológica en el pueblo de Turfán, Xinjiang, «registró un pico de temperatura de 52,2 grados a las 19 del 16 de julio, rompiendo el récord histórico de calor para el mismo período del año», expresó la Administración Meteorológica en un comunicado oficial. En el municipio de Sanbao, China, el récord extremo persistirá al menos cinco días.
El calentamiento global se está sintiendo alrededor del mundo: en Italia, por la ola de calor hay 16 ciudades en «alerta roja»; mientras que la Acrópolis de Atenas se vio obligada a cerrar unas horas por las altas temperaturas y para evitar turistas descompuestos. En paralelo, en Estados Unidos una ola de calor «extremadamente peligrosa» asfixia con temperaturas de hasta 47 grados.
Cabe destacar que, desde el pasado abril, países de toda Asia se encuentran sufriendo varios episodios de calor sin precedentes, lo que aviva también la preocupación por su capacidad para adaptarse a un clima que cambia con rapidez. Según los expertos en clima, el objetivo de mantener el calentamiento global a largo plazo dentro de 1,5 ºC está cada vez más lejos.
Los episodios prolongados de altas temperaturas en el país pusieron a prueba las redes eléctricas, por lo que crece la preocupación por la posibilidad de que se repita la sequía del año pasado, considerada la más grave de los últimos 60 años.