Con casi 60 hectáreas, el vertedero Jardim Gramacho en Río de Janeiro fue uno de los más grandes e infames de toda América Latina. Ahora es un bosque de manglares lleno de vida.
Desmantelado hace 11 años, entre 1970 y 2012 el vertedero, que bordea la famosa Bahía de Guanabara en Río, recibió 80 millones de toneladas métricas de basura del barrio Gramacho de la zona.
Ahora, una alianza público-privada liderada por la Empresa Municipal de Limpieza de Río ha devuelto el área a la naturaleza, específicamente a los manglares, uno de los más valiosos de todos los ecosistemas.
Plantando 10 hectáreas de manglares a la vez, hoy el bosque se extiende por más de 48 hectáreas y es el área de manglares más grande de la bahía.
“Antes contaminábamos la bahía y los ríos. Ahora, son la bahía y los ríos los que nos contaminan”, dijo a Africa News un funcionario principal del proyecto. “Hoy, el manglar se ha recuperado por completo”.
Otras organizaciones también han tomado medidas para restaurar los manglares a lo largo de la bahía. La organización sin fines de lucro Ocean Pact financió el Proyecto Green Guanabara Bay que restauró con éxito 12,5 hectáreas de manglares.
Según algunas estimaciones, media hectárea de bosques de manglares puede almacenar más carbono en las raíces y el suelo que casi 2 hectáreas incluso de la selva tropical más biodiversa, lo que los convierte en fundamentales para cualquier estrategia mundial de mitigación del cambio climático.
Además, su impresionante trabajo de entramado de raíces y su increíble durabilidad significa que las marejadas ciclónicas que impactan en los manglares pierden alrededor del 66% de su energía cinética sin siquiera destruir los árboles.
Por último, las comunidades pesqueras costeras, en dos palabras, no pueden existir sin los manglares. Actúan como viveros y hábitat perfecto para todo tipo de peces y crustáceos de los que los pescadores artesanales dependen para su pan de cada día.
