Imagina despertarte cada mañana en un mundo donde la magia es tangible, donde Peter Pan te da los buenos días y Ratatouille te arropa al anochecer. Este era el día a día de una pareja que vivió entre las luces y las sombras del parque Disneyland, sumergidos en un universo de colores y fantasía durante más de una década sin que nadie se percatara de su presencia.
Owen y Dolly Pope, dos artistas ecuestres, fueron los protagonistas de esta historia de ensueño que parecía sacada de un cuento de hadas, aunque la realidad era aún más sorprendente. En 1935, mucho antes de que Disneyland viera la luz, los Pope se encontraron con Walt Disney, quien les ofreció residir en el parque para encargarse de los espectáculos ecuestres. Desde entonces, su vida se entrelazó con la magia de Disney de una manera única y clandestina.
Mientras los visitantes disfrutaban de las atracciones y los espectáculos, este matrimonio vivía discretamente en una de las casas del parque, contribuyendo activamente al desarrollo y mantenimiento de las actividades con caballos y ponis. Su dedicación y trabajo incansable dejaron una huella imborrable en la historia de Disneyland, incluso después de su retirada en 1975.
La historia de los Pope es un recordatorio de que, en ocasiones, la realidad supera a la fantasía, y de que detrás de los muros de un lugar donde los sueños se hacen realidad, pueden esconderse secretos extraordinarios que aguardan ser descubiertos.