Un ambicioso proyecto podría cambiar para siempre el desierto del Sinaí, convirtiéndolo en un oasis verde y fértil, y su creador, el ingeniero neerlandés Ties van der Hoeven, está convencido de que tiene la solución para revertir los efectos del cambio climático. El plan busca restaurar aproximadamente 35.000 kilómetros cuadrados de la península del Sinaí, una vasta región árida en Egipto que hace miles de años estaba llena de vida, pero que la actividad humana y la agricultura la convirtieron en un desierto.
El objetivo de Van der Hoeven no es solo reverdecer esta enorme extensión de tierra, sino también mejorar el clima global. Al devolver vegetación a la zona, espera crear un ciclo de lluvias que, a su vez, beneficiará a la biodiversidad y las comunidades locales. La clave del proyecto está en el lago Bardawil, una laguna salada en el norte del Sinaí que ha sufrido una disminución significativa en su nivel de agua y en su vida marina.
El plan de Van der Hoeven es utilizar los sedimentos del lago, ricos en nutrientes, para restaurar el suelo en áreas circundantes. Estos sedimentos, aunque salados, contienen minerales esenciales que podrían ayudar a que crezcan plantas resistentes a la sal. Con el tiempo, estas plantas crearán humedales que atraerán más aves, peces y otras especies, comenzando un ciclo de regeneración que podría tardar décadas en completarse.
¿Puede realmente funcionar? Si bien la idea de reverdecer desiertos no es nueva, ha demostrado ser controversial. Algunos expertos advierten que alterar ecosistemas a tal escala podría tener consecuencias imprevisibles. Existe el riesgo de que la vegetación introducida no sobreviva o, peor aún, se convierta en especies invasoras que desplacen a las plantas autóctonas, afectando negativamente al clima y al suministro de agua.
El propio Van der Hoeven no es ajeno a proyectos de gran envergadura. Anteriormente trabajó en la creación de islas artificiales en Dubái, pero en 2016 su enfoque cambió cuando comenzó a colaborar con el gobierno egipcio para restaurar las poblaciones de peces en el lago Bardawil. Su investigación le permitió entender cómo el desierto del Sinaí alguna vez estuvo lleno de ríos y vegetación. A partir de ahí, ideó su plan para devolver la vida a la región.
Los críticos argumentan que la plantación masiva de vegetación en áreas desérticas podría alterar los patrones climáticos no solo en la región, sino también a nivel global, provocando sequías en otras áreas. Además, los desiertos, al ser superficies claras, reflejan más luz solar que las zonas verdes, lo que podría aumentar las temperaturas globales si se reverdecen de manera incorrecta.
A pesar de los riesgos, Van der Hoeven sigue adelante. “Estamos destruyendo nuestro planeta de una manera que da miedo”, afirma. Para él, la regeneración ecológica es la única salida viable a la crisis climática y la desertificación. Cree que si su plan funciona en el Sinaí, podría replicarse en otras partes del mundo, ayudando a resolver problemas globales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la pobreza.
Van der Hoeven no está solo en esta misión. Se ha inspirado en otros proyectos exitosos, como la reforestación de la meseta de Loess en China, que logró revertir la degradación del suelo en una región del tamaño de California. Al igual que el proyecto del Sinaí, este plan enfrentó escepticismo inicial, pero en las últimas décadas ha transformado una tierra árida en un paisaje verde y fértil.
Sin embargo, no todos están convencidos. Algunos expertos como Alice Hughes, profesora de la Universidad de Hong Kong, advierten que proyectos como este pueden ser una distracción llamativa que desvíe la atención de medidas más urgentes, como la protección de los ecosistemas ya existentes. Hughes argumenta que restaurar áreas degradadas es crucial, pero que debemos ser extremadamente cautelosos al manipular ecosistemas complejos.
Por otro lado, John Liu, un ecologista que ha trabajado en la reforestación de la meseta de Loess, se ha unido al proyecto de Van der Hoeven. Para Liu, este tipo de iniciativas demuestran que la restauración ecológica a gran escala es posible. Liu sostiene que los desiertos creados por la actividad humana pueden y deben ser recuperados, incluso si eso significa cambiar el ecosistema original.
El futuro del proyecto en el Sinaí es incierto. Aunque el gobierno egipcio firmó un acuerdo en 2022 para comenzar con la planificación y la investigación, los conflictos regionales en Gaza han retrasado el inicio del trabajo. A pesar de estos obstáculos, Van der Hoeven sigue confiando en que su visión se hará realidad, y cree que esta reforestación no solo beneficiará a Egipto, sino que también ayudará a estabilizar la región al generar nuevas oportunidades económicas.
En un mundo donde las crisis climáticas y la pérdida de biodiversidad se agravan día a día, proyectos como este ofrecen una mezcla de esperanza y advertencia. Aunque los riesgos son innegables, la posibilidad de regenerar ecosistemas y combatir el cambio climático hace que esta idea sea cada vez más atractiva. Van der Hoeven, sin duda, está convencido de que el tiempo para actuar es ahora.
“Ya no hay tiempo para no actuar”, afirma. «Debemos aceptar que no lo sabemos todo, pero eso no significa que no debamos intentarlo».