En las profundidades del océano Atlántico, científicos han hecho un descubrimiento que desafía todo lo que sabemos sobre los ecosistemas submarinos. Una ‘ciudad perdida’ ha sido encontrada cerca de la cordillera del dorsal mesoatlántico, entre las placas tectónicas de América del Norte, Eurasia y África. Aunque su aspecto recuerda a las leyendas de Atlantis, este sitio no está vinculado a civilizaciones antiguas. Sin embargo, su importancia científica es incuestionable.
Esta ciudad subacuática se compone de estructuras rocosas imponentes, con columnas y monolitos que alcanzan hasta 60 metros de altura. Estas formaciones fueron descubiertas en el año 2000 y desde entonces, el lugar ha sido denominado ‘la Ciudad Perdida’, siendo el sistema hidrotermal activo más antiguo conocido hasta la fecha.
Lo que hace a este lugar tan fascinante es que su ecosistema es único en la Tierra. Organismos como caracoles, microbios, cangrejos, anguilas y camarones prosperan en este ambiente hostil, alimentándose de los gases que emiten las chimeneas hidrotermales. Sin embargo, a diferencia de otros sistemas que dependen de la luz solar, la Ciudad Perdida se encuentra entre 750 y 900 metros de profundidad, cerca de la zona del crepúsculo oceánica donde la luz no llega. Aquí, los organismos sobreviven gracias a las reacciones químicas que ocurren en el lecho marino, lo que sugiere que este tipo de ecosistemas pudo haber sido clave en el origen de la vida en la Tierra, hace 3.700 millones de años.
La Ciudad Perdida no solo revela los misterios de nuestro propio planeta, sino que podría tener implicaciones más allá de la Tierra. Según el microbiólogo William Brazelton, este ecosistema podría estar activo en lunas como Europa o Encélado, en los sistemas de Júpiter y Saturno, lo que abre la posibilidad de encontrar vida en otros rincones del universo.
El monolito más alto de este sitio ha sido nombrado Poseidón, en honor al dios griego del mar, y existe un creciente interés por proteger este tesoro natural. Sin embargo, la amenaza es real: en 2018, Polonia ganó los derechos para explotar los recursos submarinos cercanos a la Ciudad Perdida. Aunque no pueden tocar el sitio en sí, cambiar el entorno podría tener consecuencias desastrosas.
Este hallazgo subraya lo poco que sabemos sobre nuestros propios océanos y plantea una pregunta intrigante: ¿qué otros secretos guardan las profundidades marinas, y qué podemos aprender de ellos sobre la vida en otros mundos?