En los últimos años, los huracanes han demostrado una intensidad sin precedentes, y los científicos atribuyen esta tendencia alarmante al calentamiento de la superficie del océano. El huracán Milton, que se formó en el Atlántico en 2024, es un claro ejemplo de cómo estos fenómenos se están volviendo más peligrosos. En cuestión de horas, pasó de una tormenta moderada a un ciclón de categoría 5, con vientos que alcanzaron los 289 km/h, lo que encendió todas las alarmas sobre lo que podría ser una temporada de huracanes aún más destructiva.
El huracán Milton no es un caso aislado. En 2023, el huracán Beryl también se intensificó rápidamente, convirtiéndose en una tormenta de categoría 5 en solo unos días. Estos casos son evidencia del impacto que el cambio climático está teniendo en la formación de huracanes. A medida que las temperaturas del océano aumentan, estos fenómenos encuentran más energía para fortalecerse, lo que resulta en ciclones más devastadores.
La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) ha advertido que la temporada de huracanes de 2024 será especialmente activa, con la posibilidad de entre 17 y 25 tormentas, de las cuales entre 4 y 7 podrían convertirse en huracanes de categorías 3, 4 o 5. Esta situación se ve agravada por factores como el desarrollo de condiciones climáticas de La Niña en el Pacífico y las temperaturas récord en el Atlántico, que crean un entorno ideal para la formación de estos destructores naturales.
El rápido aumento en la intensidad de los huracanes también plantea un desafío para las autoridades y las comunidades en riesgo, ya que el poco tiempo disponible para evacuar y prepararse aumenta el peligro. El calentamiento global, que está calentando tanto los océanos como la atmósfera, facilita la creación de tormentas más fuertes y lluvias torrenciales que provocan devastadoras inundaciones.
Algunos científicos han propuesto la creación de una nueva categoría 6 en la escala de intensidad de huracanes, que actualmente va de 1 a 5, para reflejar la magnitud del daño potencial de estos fenómenos extremos. Huracanes como Katrina (2005), María (2017) y Dorian (2019) han dejado claro que el aumento del nivel del mar y las marejadas ciclónicas están incrementando el riesgo de daños en las zonas costeras.
Con el planeta en constante calentamiento, los científicos predicen que los huracanes continuarán intensificándose, afectando a más poblaciones y adentrándose en áreas donde antes no causaban tanto impacto. El cambio climático no solo está haciendo que los huracanes sean más fuertes, sino que también está prolongando su capacidad destructiva una vez que tocan tierra.
Las señales son claras: los huracanes están cambiando, y debemos adaptarnos rápidamente para enfrentar estos nuevos desafíos climáticos.