Lo que empezó como una obra común para mejorar la red energética del Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver terminó en un hallazgo histórico: a más de 230 metros de profundidad, un equipo de técnicos encontró restos fósiles de un dinosaurio desconocido, que esperó casi 70 millones de años para ser descubierto.
El increíble descubrimiento ocurrió durante los trabajos de perforación en el subsuelo del museo, que actualmente se utiliza como estacionamiento. El objetivo inicial era evaluar la viabilidad de un sistema de calefacción y refrigeración geotérmica, pero nadie imaginó que justo debajo del edificio reposaban los restos de un animal prehistórico.

“Fue el mejor mensaje que recibí en años”, expresó James Hagadorn, curador de geología del museo, al enterarse del hallazgo. Apenas recibió las primeras imágenes, notificó al equipo de paleontología para analizar el material. Holger Petermann, becario postdoctoral de la institución, fue quien confirmó que se trataba de una vértebra fósil.
Los geólogos bautizaron al ejemplar como el “adolescente Rex”, aunque los especialistas creen que pertenecía a un dinosaurio herbívoro de unos 3 a 4 metros de largo, emparentado con especies como el Hadrosaurus o el Edmontosaurus. Este tipo de dinosaurios caminaban sobre dos patas, tenían picos desdentados y vivían en zonas pantanosas de lo que hoy es Colorado.
“Esperábamos encontrar material fósil vegetal, como es común en esta región, pero nunca huesos de un dinosaurio”, comentó Petermann. El descubrimiento es doblemente sorprendente: no solo por su rareza, sino también porque ocurrió debajo del propio museo que ahora exhibirá el fósil en una muestra abierta al público.

Al haberse hallado en terreno público —propiedad de la Ciudad y Condado de Denver—, el fósil pertenece al estado de Colorado, y su preservación y exhibición quedaron a cargo del museo.
Por ahora, no se planean nuevas excavaciones, ya que la profundidad del hallazgo hace inviable la recuperación de otros restos con métodos convencionales. Pero el equipo no pierde la esperanza: “Es emocionante pensar que podríamos estar aparcando los autos justo encima de un dinosaurio enterrado”, bromeó Petermann.


