Un encuentro inesperado en mar abierto reveló una faceta sorprendente de las ballenas jorobadas: la empatía. El fotógrafo submarino Jono Allen vivió un momento inolvidable cuando una enorme jorobada se acercó a él y, al parecer al percibir que podía estar en apuros, intentó empujarlo suavemente hacia la superficie para que pudiera respirar.
Allen, acostumbrado a nadar entre gigantes marinos, asegura que esta experiencia supera a todas las que había vivido antes. Con delicadeza, la ballena lo levantaba como lo haría con una cría recién nacida que todavía no sabe salir a la superficie por sí sola. Aunque decidió no prolongar el contacto para no poner en riesgo a ninguno de los dos, el gesto quedó grabado como prueba de la sorprendente sensibilidad de estos colosos marinos.
Las ballenas jorobadas pueden alcanzar hasta 18 metros de largo y 40 toneladas de peso, y son famosas no solo por su tamaño y sus espectaculares saltos, sino también por la complejidad de sus comportamientos sociales. Sus cantos, que recorren kilómetros bajo el agua, han sido estudiados durante décadas y forman parte esencial de su comunicación.
Investigaciones recientes, como las realizadas en la Universidad de Queensland, sugieren que estas ballenas podrían poseer una forma de inteligencia emocional y altruismo mucho más desarrollada de lo que se creía. Se han documentado casos en los que ayudan a otras ballenas heridas, comparten alimento o protegen a crías que no son las suyas.
El episodio de Allen se suma a la creciente evidencia de que las ballenas jorobadas no son solo gigantes majestuosos, sino también seres capaces de reconocer y responder al sufrimiento ajeno, algo que acerca aún más la conexión entre humanos y el mundo marino.


