La población mundial de elefantes atraviesa un declive sin precedentes: de los más de 12 millones de ejemplares que habitaban el planeta hace un siglo, hoy sobreviven apenas 400.000, según datos de WWF España difundidos en el marco del Día Mundial del Elefante.
El panorama es alarmante. En solo 30 años ha desaparecido el 90 % de los elefantes de bosque, mientras que en medio siglo se ha perdido el 60 % de los elefantes de sabana. Los elefantes asiáticos, por su parte, se reducen a menos de 40.000 individuos, con casos críticos como el de los elefantes de Borneo, de los que apenas sobreviven unos mil ejemplares.
El tráfico ilegal de marfil y la destrucción de sus hábitats son las principales causas de esta caída. Aunque la Convención CITES prohibió en 1989 el comercio internacional de marfil, se calcula que cada año unos 20.000 elefantes son asesinados para extraer sus colmillos, alimentando un mercado negro que mantiene gran demanda en países del sudeste asiático, donde el marfil sigue considerándose un símbolo de lujo.
El problema ha llegado a modificar incluso la genética de la especie. Como explica Agustín López Goya, director de Biología del Zoo Aquarium de Madrid, la caza selectiva de ejemplares con colmillos grandes ha provocado que las nuevas generaciones desarrollen colmillos cada vez más pequeños.
Además, la pérdida de hábitat continúa empujando a las poblaciones hacia la extinción. Ejemplos como el elefante de Sumatra, del que quedan entre 2.400 y 2.800 individuos, muestran la fragilidad de estos gigantes frente a la deforestación y la expansión humana.
Los elefantes son fundamentales para los ecosistemas. Actúan como “jardineros naturales”, podando la vegetación, dispersando semillas y renovando bosques. “Si no somos capaces de proteger a estos grandes colosos, ¿cómo vamos a proteger a especies más pequeñas y menos visibles?”, advirtió Luis Suárez, coordinador de Conservación de WWF España.
El futuro de los elefantes depende de acciones urgentes: sanciones más duras contra el tráfico ilegal, una vigilancia más estricta en las rutas de contrabando y una protección real de sus hábitats. Sin ello, el mundo podría perder en pocas décadas a una de las especies más emblemáticas y esenciales de la Tierra.
