En un hallazgo que sorprendió a la comunidad científica mundial, el tiburón vela o tiburón canino (Gogolia filewoodi) fue visto nuevamente en Papúa Nueva Guinea, después de permanecer más de medio siglo sin registros. La especie, considerada una de las más raras del planeta, había sido documentada por última vez en 1973 y muchos la daban por extinta.
El redescubrimiento ocurrió en la bahía Astrolabe, cerca de la desembocadura del río Gogol, el mismo lugar donde fue descrita por primera vez en los años 70. En 2020, pescadores locales captaron fotografías de cinco pequeños ejemplares con su característica aleta dorsal prominente, que llamaron de inmediato la atención de los investigadores. Poco después, el hallazgo fue confirmado científicamente como Gogolia filewoodi.
La investigación, liderada por Jack Sagumai y el Fondo Mundial para la Naturaleza del Pacífico, contó con el apoyo de expertos internacionales como William White, de la Organización de Investigación Científica e Industrial de la Commonwealth de Australia. En 2022 se registró un segundo gran hito: la captura de un macho de la especie, lo que reforzó la evidencia de que aún persiste una pequeña población en la zona.
Para los habitantes de la región, sin embargo, el tiburón nunca había desaparecido del todo. Pescadores relatan encuentros esporádicos durante sus faenas, sobre todo cuando buscaban corvinas. Según estas observaciones, el tiburón vela prefiere aguas profundas y zonas salobres, lo que explicaría la dificultad para localizarlo.
Los especialistas creen que se trata de una especie microendémica, confinada a la bahía Astrolabe y áreas aledañas. Aunque algunos científicos sugieren que en el pasado pudo habitar un rango más amplio en Indonesia y Papúa Nueva Guinea, hoy parecería sobrevivir solo como una población remanente.
La biología de este tiburón sigue siendo un misterio: solo dos ejemplares fallecidos se conservan en la Universidad de Papúa Nueva Guinea, lo que limita los estudios. Por eso, los próximos pasos incluyen análisis genéticos para conocer su diversidad y estado poblacional, un recurso clave para diseñar estrategias de conservación efectivas.
Este redescubrimiento no solo devuelve la esperanza sobre la supervivencia del Gogolia filewoodi, sino que también resalta la importancia de la colaboración entre comunidades locales y científicos internacionales para proteger la biodiversidad marina. En palabras de los investigadores, se trata de “una segunda oportunidad para preservar a una de las especies más enigmáticas del océano Pacífico”.


