Un enigma fascinante sorprende a los biólogos en Sudamérica: el frutero barrado (Pipreola arcuata), un ave de plumaje verde y negro propia de los bosques altoandinos, cambia el color de sus ojos dependiendo del lugar donde viva. En algunos sitios luce un iris rojo, en otros café oscuro y, más al sur, incluso amarillo.

El fenómeno fue observado por primera vez hace más de una década, cuando el biólogo Andrés Cuervo fotografió un ejemplar en los Andes venezolanos y notó que no coincidía con los vistos en Colombia. Desde entonces, investigadores comenzaron a recopilar datos a través de plataformas de ciencia ciudadana como eBird e iNaturalist, logrando reunir más de 1.200 imágenes con coordenadas precisas.
El análisis reveló un patrón geográfico: en Venezuela, los fruteros barrados tienen ojos rojos; en la cordillera Central y Oriental de Colombia, el iris es café; en la Occidental, vuelve a ser rojo; mientras que en Ecuador y Perú predomina el amarillo.

Los expertos creen que la explicación está en las barreras naturales —valles secos, cañones y ríos— que separan poblaciones y generan variaciones a lo largo de miles de años. Aunque cambios de color en aves pueden deberse a la edad o al sexo, este no es el caso: el patrón se repite sin importar esas variables.

Actualmente, un estudio genético busca determinar qué tan diferentes son estas poblaciones y si este rasgo ocular podría marcar el inicio de una diversificación evolutiva. Además, los científicos plantean nuevas preguntas: ¿cambian también sus cantos entre regiones? ¿Qué relación hay entre las poblaciones con iris rojo que habitan en zonas distantes?
Lo cierto es que este hallazgo subraya el valor de la ciencia ciudadana: sin las miles de fotografías compartidas por observadores de aves, probablemente el misterio del frutero barrado seguiría oculto en los bosques nublados de los Andes.