En Argentina, donde se estima que seis millones de perros viven en la calle, el abandono y el maltrato animal siguen siendo una herida abierta. Pero en medio de tanta crueldad, también nacen historias de empatía capaces de transformar realidades.
Un grupo de alumnos de la Escuela Técnica N° 3118 de Salta encontró una forma de aportar su granito de arena: diseñaron y fabricaron sillas de ruedas ortopédicas para perros con parálisis en sus patas traseras, una secuela frecuente de los atropellos y el maltrato. Lo que empezó como un proyecto escolar terminó en un viaje solidario de más de 560 kilómetros hasta Santiago del Estero.
La travesía no fue en colectivo ni en avión: fue a dedo, un camino que permitió conocer la solidaridad de muchas personas y confirmar que, aunque la indiferencia duele, aún hay quienes sienten el sufrimiento animal como propio. El destino era el refugio El Montecito de los Canichones, una ONG que desde hace 20 años dirige Eduardo Groh Riemersma, más conocido como “El Polaco”.
Allí conviven más de 500 perros rescatados y ya son más de 4200 los salvados en dos décadas. El lugar consume 10 toneladas de alimento balanceado al mes y no recibe ayuda del Estado: se sostiene gracias al apoyo de la comunidad virtual que “El Polaco” construyó en Instagram, donde supera el millón de seguidores.
El trabajo no es sencillo: cada día llegan más de mil denuncias por WhatsApp sobre perros golpeados o abandonados, y no siempre los rescates terminan bien. “El Polaco” ha sido recibido a tiros en más de una ocasión, pero nada lo detiene. Su misión es clara: dar una segunda oportunidad a quienes ya lo habían perdido todo.
Los perros que logran volver a caminar gracias a las sillas hechas por los chicos de Salta reciben un nombre especial: “Los Patirruedas”. Su ejemplo inspira a visitantes y, sobre todo, a niños con discapacidad que encuentran en ellos un espejo de resiliencia.

La paradoja es brutal: Argentina es el país con más animales de compañía por habitante en el mundo, pero también uno de los que más sufre la epidemia del abandono. Para “El Polaco”, la respuesta no está solo en la adopción o la castración masiva, sino en algo más profundo: la educación. Su meta es que, en los próximos 30 años, las nuevas generaciones dejen atrás los patrones de violencia hacia los animales y los vean como lo que son: seres que merecen respeto y cuidado.
El camino es largo, pero historias como esta —de chicos que transforman un proyecto escolar en esperanza y de un hombre que hace de su vida un refugio— demuestran que, incluso frente al dolor más grande, siempre es posible encontrar un puente de empatía.
