Mientras gran parte del mundo continúa debatiendo cómo frenar la pérdida de bosques, Noruega decidió pasar de las palabras a la acción. Desde 2016, el país escandinavo se convirtió en el primero en el planeta en prohibir la deforestación en todos sus contratos públicos, marcando un precedente histórico en la lucha contra la crisis climática.

La medida establece que ningún acuerdo gubernamental puede celebrarse con empresas que participen en la destrucción de bosques. Esto incluye sectores como la carne, el aceite de palma, la soja y la madera, industrias señaladas como principales motores de la deforestación global.
En términos prácticos, significa que si una compañía produce o comercializa insumos ligados a la tala ilegal o destructiva, no podrá hacer negocios con el Estado noruego. Una decisión que, aunque parece pequeña en el papel, representa un mensaje contundente: el dinero público no financiará la destrucción de ecosistemas vitales.
Los bosques son más que árboles: son pulmones del planeta, refugio de miles de especies y piezas clave para mantener el equilibrio climático. Con esta ley, Noruega dejó en claro que protegerlos no es una opción, sino una responsabilidad.
La iniciativa fue respaldada por organizaciones ambientales y destacada en medios internacionales como The Guardian, BBC y Global Forest Watch, que subrayaron el carácter pionero de la decisión.
En un contexto donde los discursos muchas veces quedan en promesas, Noruega demostró que un solo país sí puede marcar la diferencia, trazando un camino que otros podrían seguir en defensa del planeta.


Un comentario
Las países educados, dan cuenta de que con acciones responsables se previenen la alteración del equilibrio ecológico y eso debería ser ejemplo de réplica mundial, donde se haga ver y sentir la ONU, toda vez que la degradación creciente en el mundo nos afecta a todos.