Su madre, BunMa, vivía encadenada, obligada a andar en bicicleta, pintar y entretener a turistas. Chaba, su pequeña de cuatro meses, estaba destinada a lo mismo… hasta que llegó el equipo de Save Elephant Foundation.
Encontraron a BunMa en un corral sin tierra ni sombra, y a Chaba sin conocer que podía haber otra vida. La madre se resistió a subir al camión, así que caminaron dos horas hasta el santuario, hasta el primer día libre.
Allí los recibieron con un pastel de bienvenida y, para Chaba, algo nunca visto: una tina de plástico con agua para jugar y reír. Desde entonces, su rutina incluye piscina, balón, frutas y la cercanía de su madre, aprendiendo a confiar y relajarse.
Chaba ya no vive en cemento, sino en tierra, agua y vínculo. Cada chapoteo es un mensaje: aquí sí puedo ser bebé.

