Durante más de tres siglos, la ciudad de Plymouth fue el corazón administrativo, cultural y comercial de Montserrat, una pequeña isla caribeña bajo soberanía británica. Fundada en el siglo XVII sobre antiguos depósitos de lava, se convirtió en un puerto estratégico y en el centro de la vida política y social de la isla. Con sus iglesias, comercios, edificios gubernamentales y un bullicioso puerto, Plymouth simbolizaba la resiliencia caribeña frente a huracanes y terremotos que, una y otra vez, habían puesto a prueba su capacidad de renacer.
Sin embargo, todo cambió de manera irreversible a mediados de los años noventa. El volcán Soufrière Hills, inactivo durante siglos, despertó el 18 de julio de 1995 con una erupción que cubrió de cenizas el sur de Montserrat. Al principio, los habitantes fueron evacuados de manera temporal, pero muchos regresaron creyendo que el peligro había pasado. La ilusión duró poco: en 1996 nuevas explosiones de roca incandescente y gases tóxicos hicieron imposible la vida en la ciudad.
El golpe final llegó el 25 de junio de 1997, cuando una erupción masiva provocó la muerte de 19 personas, arrasó el aeropuerto y sepultó Plymouth bajo más de un metro de ceniza y roca. Entre el 4 y el 8 de agosto de ese mismo año, la ciudad quedó convertida en una urbe fantasma: casas, comercios, hospitales y ministerios quedaron atrapados bajo un manto gris que con el tiempo se endureció como el hormigón.
La Royal Navy británica lideró la evacuación definitiva, mientras el gobierno declaraba inhabitable toda la zona sur de la isla. Dos tercios de la población emigraron, en su mayoría al Reino Unido, y la capital administrativa se trasladó provisionalmente a Brades, al norte de Montserrat. Aun así, Plymouth conserva oficialmente su estatus de capital, lo que la convierte en la única capital fantasma reconocida en el mundo.
Hoy, más de dos décadas después, Plymouth permanece silenciosa y cubierta de cenizas. Sus ruinas —iglesias partidas, muros ennegrecidos, ventanas asfixiadas por la lava— evocan imágenes de ciudades de la Antigüedad como Pompeya. El acceso está restringido y solo se permite de día, bajo la vigilancia del Montserrat Volcano Observatory, principalmente para la extracción de arena y grava.
La historia de Plymouth es, al mismo tiempo, una tragedia y una advertencia: muestra la fragilidad de las sociedades humanas frente al poder de la naturaleza. Como señalan los especialistas, más que un recuerdo, la ciudad sepultada es un recordatorio de que un “gigante dormido” puede cambiar el destino de toda una nación en cuestión de horas.

