El espacio guarda más secretos de los que imaginamos, y solo unos pocos elegidos —los astronautas— han podido experimentarlos en carne propia. Lo que ocurre fuera de la Tierra no solo desafía la lógica, sino también las emociones.
Por ejemplo, en el espacio es imposible llorar. Las lágrimas no caen como en la Tierra debido a la ausencia de gravedad: simplemente flotan en los ojos, generando una sensación extraña y hasta incómoda.
Pero no todo es raro o incómodo allá arriba. Los astronautas también pueden disfrutar de hasta 15 amaneceres y 15 atardeceres por día, una experiencia visual única que ocurre gracias a la velocidad de la Estación Espacial Internacional (ISS), que viaja a más de 28.000 km/h orbitando a unos 400 km de altura.
La ISS, considerada el objeto más grande construido por humanos fuera de la Tierra, tiene el tamaño aproximado de una casa con cinco habitaciones y ya ha recorrido más de 3.200 millones de kilómetros desde su lanzamiento.
Otra curiosidad es que las personas crecen en el espacio. Sin gravedad, las vértebras se separan ligeramente y la columna se expande, haciendo que los astronautas midan hasta 5 centímetros más al regresar.
¿Y el olor del espacio? Sorprendentemente, los astronautas coinciden en que huele a carne chamuscada, metal caliente y humo de soldadura.
Ser astronauta no solo requiere valor, sino también una inversión astronómica: un traje espacial puede costar hasta 12 millones de dólares.
Entre lágrimas flotantes, atardeceres infinitos y olor a metal quemado, el espacio sigue siendo un misterio tan fascinante como inalcanzable para la mayoría.

