Con apenas 28 años, la navegante brasileña Tamara Klink acaba de lograr una de las hazañas más extraordinarias en la historia moderna de la exploración marítima: cruzar en solitario el legendario Paso del Noroeste, la peligrosa ruta que conecta el océano Atlántico con el Pacífico a través del Ártico. Se trata de un trayecto de más de 6.500 kilómetros, entre Groenlandia y Alaska, considerado uno de los desafíos más duros para cualquier navegante.
Con esta travesía completada el 21 de septiembre de 2025, Tamara se convirtió en la primera mujer latinoamericana y la más joven del mundo en lograrlo. Su proeza, realizada en un pequeño velero de acero de solo 10 metros, se suma a una lista de viajes que la posicionan como una de las voces más importantes de la navegación contemporánea y del activismo climático.
Una vida marcada por el mar
Nacida en São Paulo, Tamara estudió arquitectura naval en Francia, pero encontró su verdadera vocación lejos de las aulas. Su conexión con el océano comenzó en 2020, cuando cruzó el Atlántico en solitario desde Noruega hasta Brasil a bordo de su pequeño velero “Sardinha”. Desde entonces, cada viaje fue más desafiante: vivió un invierno polar atrapada en el hielo de Groenlandia durante ocho meses y exploró regiones donde pocas personas han navegado.
“Seguir viva era más difícil que morir. Si caía al agua, me congelaba. Pero me sentía feliz, agradecida por cada vaso de agua, por estar ahí”, contó Tamara en diálogo con National Geographic.
Durante la travesía por el Paso del Noroeste, durmió en ciclos de apenas 20 minutos, sin agua corriente ni ducha, enfrentando tormentas, corrientes intensas y la amenaza constante de osos polares. Sin embargo, afirma que el desafío fue también un viaje interior: una prueba de resistencia, humildad y conexión con el planeta.
El cambio climático, a la vista
Tamara fue testigo de primera mano del impacto del cambio climático en el Ártico. De toda su ruta, solo un 9% estaba cubierta de hielo, algo impensado hace apenas tres décadas. En el pasado, el Paso del Noroeste solo era navegable con rompehielos; hoy, pequeñas embarcaciones como la suya pueden recorrerlo gracias al deshielo acelerado.
La navegante relató cómo los osos polares se acercan cada vez más a los pueblos en busca de alimento, mientras especies como las “mariposas de mar”, base de la cadena alimentaria, están viendo afectada su supervivencia por la acidificación de los océanos. También alertó sobre el deshielo del permafrost, que libera metales pesados y gases que agravan la contaminación y las tormentas.
“Cada año el hielo se reduce más. Lo que antes eran paisajes completamente congelados hoy son mares navegables. Es una muestra visible del cambio que estamos provocando”, reflexionó.

Una conexión entre pasado y presente
Durante el viaje, Tamara siguió los pasos del legendario explorador Roald Amundsen, quien completó por primera vez el Paso del Noroeste en 1905. “Crucé el mismo tramo que él, exactamente 120 años después, el mismo día: el 5 de agosto. Leía sus descripciones y miraba cómo todo había cambiado. Donde él veía hielo, yo veía mar”, contó emocionada.
Soledad, aprendizaje y propósito
Klink asegura que navegar sola cambió su percepción del tiempo y del valor de las cosas. “La soledad me enseñó a escuchar el silencio, a observar con atención, a sentirme parte de la naturaleza. Ya no necesito tanto para ser feliz”, dice.
Hoy, Tamara planea participar en la COP30 en Belém, Brasil, para compartir su experiencia y promover la protección de los océanos. Además, trabaja en dos libros —uno sobre su invierno en el Ártico y otro sobre el Paso del Noroeste— que se publicarán en 2026.
Con cada expedición, Tamara demuestra que la exploración moderna no se trata solo de conquistar territorios, sino de reconectar con el planeta y advertir sobre su fragilidad. En palabras de la propia navegante:
“No navego para huir del mundo, sino para entenderlo.
Cada ola, cada tormenta, me recuerda lo pequeño que soy… y lo grande que es el planeta que debemos cuidar.”

