Francia se convirtió en el primer país del mundo en establecer por ley que los supermercados deben donar los alimentos no vendidos pero aptos para el consumo, marcando un antes y un después en la lucha contra el desperdicio alimentario. Desde su aprobación en 2016, la conocida Ley Garot —en honor al diputado Guillaume Garot, quien impulsó la iniciativa— ha transformado la manera en que el país gestiona los excedentes de comida y ha inspirado políticas similares en toda Europa.
La normativa obliga a todos los supermercados con una superficie superior a 400 metros cuadrados a firmar convenios con bancos de alimentos y organizaciones benéficas, garantizando que los productos en buen estado que no logran venderse lleguen a quienes más los necesitan. Gracias a este sistema, millones de toneladas de alimentos que antes terminaban en la basura ahora son redistribuidas cada año entre asociaciones, comedores sociales y familias de bajos recursos.
Uno de los puntos más importantes de la Ley Garot es su prohibición expresa de destruir o contaminar la comida desechada. Antes de su implementación, era común que algunos comercios inutilizaran los alimentos no vendidos, vertiendo lejía o productos químicos para impedir su recolección por parte de personas sin hogar o voluntarios. Esta práctica, además de cruel, acentuaba el impacto ambiental del desperdicio. Hoy, la ley francesa impone multas y sanciones severas a los establecimientos que incumplen esta norma.
El impacto de esta medida ha sido notable: no solo ha reducido el volumen de residuos orgánicos, sino que también ha fortalecido el trabajo de cientos de organizaciones solidarias que ahora cuentan con un flujo constante de alimentos para distribuir. Según estimaciones de bancos de alimentos franceses, desde la entrada en vigor de la ley se han recuperado más de 50 millones de comidas anuales que antes se perdían.
La Ley Garot ha tenido además un efecto multiplicador en Europa. Países como Italia, España y Bélgica adoptaron políticas similares, reconociendo el éxito del modelo francés. En la actualidad, Francia continúa ampliando su compromiso con la sostenibilidad alimentaria, promoviendo campañas educativas para concientizar sobre el consumo responsable y el valor de cada producto que llega a la mesa.
Con esta legislación, Francia no solo se posiciona como líder en la lucha contra el desperdicio, sino que también ofrece un ejemplo inspirador de cómo la política, la solidaridad y la responsabilidad ambiental pueden unirse para construir un futuro más justo y sostenible para todos.

