En las Islas Seychelles, un grupo de científicos logró un hito en la conservación animal: nacieron 13 crías de tortuga gigante de Aldabra gracias a una innovadora técnica de incubación artificial. El proyecto, desarrollado por la Universidad de Sheffield y Nature Seychelles, fue anunciado por The Guardian y podría marcar un antes y un después en la lucha por salvar especies en peligro.
Durante décadas, los expertos habían alertado sobre la baja tasa de reproducción natural de la Aldabrachelys gigantea, catalogada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Sin embargo, un experimento pionero cambió el panorama: de un solo nido rescatado en la isla Cousin, los investigadores recuperaron 18 huevos, de los cuales 13 eclosionaron con éxito bajo condiciones controladas.
Las pequeñas tortugas, que hoy se alimentan de hojas tiernas y rodajas de plátano, podrían ser la nueva generación de una especie que estuvo al borde de la desaparición. En su edad adulta, estos animales pueden llegar a pesar hasta 250 kilos.
El secreto del éxito fue el método de incubación artificial, que permitió descubrir que la mayoría de los embriones morían por causas ambientales, no genéticas. Este hallazgo abre nuevas oportunidades para repoblar zonas donde las tortugas gigantes habían desaparecido.
Las tortugas de Aldabra son las últimas supervivientes de un linaje que antaño habitó numerosas islas del océano Índico. En el siglo XIX, los marineros las cazaron masivamente como alimento durante sus travesías, dejando solo con vida a las del remoto atolón de Aldabra, hoy Patrimonio de la Humanidad desde 1982.
Gracias a los programas de conservación y al apoyo científico, algunos ejemplares fueron trasladados a otras islas para crear poblaciones de respaldo, una estrategia que ahora ha permitido aplicar estas técnicas innovadoras.
Para los investigadores, este logro no solo representa un triunfo biológico, sino también una esperanza para el futuro de la especie. El siguiente paso será compartir los resultados con las Islas Galápagos, hogar de las únicas otras tortugas gigantes del planeta.
Aunque la incubación artificial no reemplaza la reproducción natural, su éxito demuestra que la intervención científica, guiada por el conocimiento y el respeto ambiental, puede ofrecer una segunda oportunidad a las especies más amenazadas.

