Parece una escena de película, pero existe de verdad: un puente de madera de menos de seis metros conecta a España y Portugal en medio de un paisaje rural, y tiene una particularidad única: al cruzarlo, el reloj cambia de hora. En tan solo unos pasos, los visitantes pasan de la Hora Central Europea a la del Meridiano de Greenwich, retrocediendo sesenta minutos como si viajaran en el tiempo.
Este insólito paso peatonal, conocido como El Marco, ostenta el récord de ser el puente internacional más corto del planeta. En solo unos pasos, quienes lo atraviesan experimentan un salto temporal: al avanzar en una dirección, el reloj se adelanta; al volver, retrocede. Una curiosidad que atrae cada año a miles de visitantes y fotógrafos que no pueden resistirse a vivir la experiencia de “viajar en el tiempo en seis metros”.
El paisaje que lo rodea es de una belleza serena: un arroyo bordeado por encinas y castaños, caminos rurales, ciclistas que van y vienen, y vecinos que cruzan el puente varias veces al día para ir al mercado, visitar a la familia o simplemente pasear. Antes de que se construyera oficialmente en 2008, los habitantes ya utilizaban un paso improvisado que se desbordaba cada vez que llovía fuerte. La iniciativa de reemplazarlo nació como un proyecto conjunto entre los dos municipios de ambos lados de la frontera, y fue financiada por la Unión Europea.
El resultado fue una pasarela sencilla, resistente y simbólica, pensada exclusivamente para peatones y vehículos de dos ruedas, como bicicletas o motocicletas. No hay aduanas ni barreras: solo dos discretas letras grabadas en piedra —una “E” y una “P”— marcan el límite entre un país y otro. Esa simplicidad es precisamente lo que lo ha convertido en una atracción turística singular y un ejemplo de cómo las fronteras pueden ser lugares de encuentro, no de división.

Antes de su inauguración, el récord de puente internacional más corto pertenecía a uno de 9,75 metros en las Islas Mil, entre Canadá y Estados Unidos. Pero El Marco, con sus menos de seis metros, lo superó con holgura y se transformó en una joya geográfica única.
Hoy, más que un punto en el mapa, este pequeño puente es una metáfora viva de la convivencia pacífica y la cooperación. Sus habitantes lo cruzan sin pensarlo, sin notar que en cuestión de segundos han cambiado de país, de idioma y hasta de hora. Y quizás por eso, más allá de los récords y los titulares, El Marco representa lo que muchos sueñan: un mundo donde las fronteras unen en lugar de separar.

