La reciente inauguración del Gran Museo Egipcio, una obra monumental ubicada en la meseta de Guiza, ha marcado un antes y un después en la historia cultural de Egipto. Sin embargo, junto con la expectación mundial por su apertura, el evento también ha desatado una creciente presión sobre el Reino Unido para que devuelva uno de los artefactos más emblemáticos de la historia de la arqueología: la Piedra de Rosetta.
Este objeto, tallado entre los años 323 a. C. y 30 a. C., fue la clave que permitió descifrar los jeroglíficos egipcios, y por lo tanto, comprender la civilización del Antiguo Egipto. Desde 1802, se encuentra expuesto en el Museo Británico de Londres, donde ha permanecido casi ininterrumpidamente durante más de dos siglos. Pero ahora, con el Gran Museo Egipcio finalmente abierto al público, Egipto redobla su reclamo para que la piedra regrese a su tierra de origen.

El nuevo museo, considerado la mayor colección dedicada a una sola civilización, alberga más de 100.000 piezas, incluidos tesoros icónicos del Antiguo Egipto, como la colección completa del faraón Tutankamón, monumentales esculturas y sarcófagos restaurados con precisión milimétrica. Su inauguración fue celebrada con música, fuegos artificiales, espectáculos de drones y la presencia de jefes de Estado y miembros de la realeza, entre ellos Felipe VI de España.
Pero el brillo de la celebración se vio acompañado por un debate cada vez más encendido sobre la repatriación del patrimonio egipcio que permanece en museos europeos desde el siglo XIX. Además de la Piedra de Rosetta, los egiptólogos han renovado sus exigencias para recuperar otras reliquias emblemáticas, como el busto de Nefertiti, actualmente en el Neues Museum de Berlín, y el Zodíaco de Dendera, un antiguo mapa celestial tallado en piedra que hoy forma parte de la colección del Museo del Louvre de París.
La doctora Monica Hanna, decana de la Academia Árabe de Ciencia y Tecnología, ha sido una de las voces más firmes en este reclamo. En declaraciones a la BBC Radio 4, afirmó que estos objetos fueron “capturados bajo un pretexto colonialista” y que deberían ser repatriados a Egipto, donde ahora existe una institución capaz de preservarlos y exhibirlos adecuadamente. “El Gran Museo Egipcio transmite ese mensaje —señaló—. Con motivo de la inauguración, Egipto debería iniciar formalmente la solicitud de restitución de las piezas saqueadas durante los siglos XIX y XX”.
El debate sobre la Piedra de Rosetta no es nuevo, pero la apertura del museo ha reavivado la discusión con más fuerza que nunca. Mientras Egipto sostiene que el artefacto fue extraído ilegalmente durante la ocupación británica, el Museo Británico defiende su posesión argumentando que la piedra fue adquirida legalmente tras el Tratado de Alejandría de 1801, cuando pasó del dominio francés al británico.
Aun así, la presión internacional para repatriar bienes culturales se intensifica año tras año. Grecia reclama los mármoles del Partenón, Nigeria exige el regreso de los bronces de Benín, y ahora Egipto suma su voz con el peso simbólico del Gran Museo Egipcio, que busca posicionarse como el nuevo epicentro mundial de la historia faraónica.
Con su apertura, Egipto no solo exhibe los tesoros de su pasado, sino que también reclama justicia histórica. Y mientras los visitantes recorren las majestuosas salas del museo, bajo la sombra de las pirámides de Guiza, la ausencia de la Piedra de Rosetta —la llave que descifró el idioma de los faraones— sigue siendo un recordatorio visible de una herida colonial que aún busca ser cerrada.

