En 1940, Estados Unidos celebraba la inauguración de una de las estructuras más impresionantes de su tiempo: el Tacoma Narrows Bridge, un puente colgante que prometía conectar el progreso entre las ciudades de Tacoma y Gig Harbor, en el estado de Washington. Sin embargo, apenas cuatro meses después, la naturaleza demostraría que incluso los logros más ambiciosos de la ingeniería podían derrumbarse… literalmente.
El Tacoma Narrows Bridge fue diseñado por el ingeniero Leon Moisseiff, quien también participó en la creación del Puente de Manhattan en Nueva York. Con 853 metros de largo y 1.810 metros de extremo a extremo, era en su momento el tercer puente colgante más largo del mundo, solo superado por el Golden Gate y el George Washington Bridge.
Pero el diseño innovador tenía un punto débil: su estructura era demasiado liviana y flexible. Desde el inicio de la construcción, los obreros notaron que el tablero del puente vibraba con el viento. Las oscilaciones eran tan marcadas que los habitantes locales lo apodaron “Galloping Gertie” (“Gertie la galopante”).
El día del colapso
El puente fue inaugurado el 1 de julio de 1940, entre aplausos y optimismo. Sin embargo, el 7 de noviembre de ese mismo año, una serie de vientos moderados —de entre 60 y 70 km/h— provocó un fenómeno inesperado. La estructura comenzó a moverse de forma ondulante, torciéndose de un lado a otro hasta que, alrededor de las 11:00 de la mañana, colapsó sobre las aguas del estrecho de Tacoma.
Afortunadamente, no hubo víctimas fatales. El momento fue filmado por el ingeniero F. B. Farquharson, y el video se transformó en uno de los registros más famosos y estudiados de la historia de la ingeniería.
Una lección que cambió la ingeniería moderna
Las investigaciones posteriores revelaron que la causa del desastre fue la resonancia aerodinámica: una interacción entre el viento y la estructura que amplifica sus vibraciones naturales hasta volverla inestable. En otras palabras, el puente no cayó por un viento demasiado fuerte, sino porque su diseño no consideró cómo el aire afectaría una estructura tan delgada y flexible.

A raíz de este incidente, se modificaron las normas internacionales de construcción. Desde entonces, todos los proyectos de puentes colgantes deben someterse a pruebas aerodinámicas en túneles de viento para evitar fallas similares.
El nuevo puente y su legado
Una década después del desastre, en 1950, se inauguró una nueva versión del Tacoma Narrows Bridge, mucho más robusta y estable. Más tarde, en 2007, se construyó un segundo puente paralelo para soportar el creciente tráfico.
Hoy, ambos puentes siguen en funcionamiento y son un símbolo del aprendizaje científico y técnico que surgió de aquel error histórico. Ocho décadas después, el colapso del Tacoma Narrows Bridge sigue recordando una verdad inquebrantable: la naturaleza siempre tiene la última palabra.
