Después de pasar más de la mitad de su vida tras las rejas por un homicidio que siempre aseguró no haber cometido, Gordon Cordeiro, hoy de 51 años, recuperó finalmente su libertad en Hawái. El hombre salió del Centro Correccional de Maui luego de que un juez anulara la condena que lo había mantenido encarcelado desde 1995, tras demostrarse mediante nuevas pruebas de ADN que no fue la fuente del material genético encontrado en la escena del crimen.
Cordeiro había sido condenado a los 21 años por la muerte de Timothy Blaisdell en la isla de Maui. Durante tres décadas sostuvo su inocencia mientras cumplía una sentencia que ahora quedó oficialmente invalidada por los avances científicos que permitieron reexaminar las evidencias del caso. El tribunal consideró concluyente que el ADN hallado en el lugar del homicidio excluye completamente a Cordeiro como responsable.

La escena de su liberación fue profundamente emotiva. Afuera del penal lo esperaban familiares, amigos y miembros de su equipo legal, quienes lo recibieron con vítores, abrazos y los tradicionales collares hawaianos, los lei. Visiblemente conmovido, Gordon agradeció el acompañamiento de quienes nunca dejaron de apoyarlo:
“Doy las gracias a toda esta gente. Estas son las personas que me sacaron. Sin ellos, no lo habría conseguido”, expresó ante los presentes.
Su padre, Dennis Cordeiro, habló con la voz entrecortada tras el reencuentro con su hijo. Dijo sentir una mezcla de alivio, alegría y emoción, y destacó que lo más importante para él es que Gordon “pueda finalmente hacer algunas celebraciones familiares antes de que yo deje este mundo”.

El caso de Cordeiro vuelve a poner en foco los errores judiciales que han afectado a miles de personas alrededor del mundo. La posibilidad de reevaluar condenas mediante pruebas de ADN ha permitido demostrar la inocencia de numerosos presos que pasaron décadas encarcelados por delitos que no cometieron, marcando para siempre sus vidas y las de sus familias.
Ahora, tras 30 años de encierro injusto, Gordon enfrenta la libertad cargado de esperanza, pero también de desafíos: reconstruir una vida que quedó detenida a los 21 años, recuperar el tiempo perdido y buscar una reparación por el daño sufrido. Su historia se suma a las de quienes, después de una larga lucha, logran demostrar que la verdad, aunque tarde, puede abrir las puertas de la justicia.


