Lo que parecía una tranquila inmersión frente a la costa de Ocean Reef, en Australia Occidental, terminó convirtiéndose en una experiencia imposible de olvidar para el buceador Tanvir Dillon. El 21 de diciembre, mientras exploraba el fondo marino junto a un amigo, algo lo empujó por detrás. Su reacción fue inmediata: asumió que su compañero lo había tocado. Pero la realidad era otra.
Al girar, Dillon quedó cara a cara con un tiburón blanco.
Un encuentro tan inesperado como aterrador.
“Yo tenía el corazón en la garganta”, relató después a 7NEWS. La enorme silueta del depredador lo paralizó mientras intentaba procesar lo que estaba ocurriendo. En cuestión de segundos, el pánico lo invadió.

Se escondió en las rocas para sobrevivir
Con la sangre fría suficiente para no agitar el agua ni llamar la atención, el buzo se deslizó hasta una repisa rocosa submarina y permaneció allí inmóvil. Arriba suyo, el tiburón comenzó a nadar en círculos, vigilando a su alrededor como si estuviera evaluando ese objeto extraño que apareció en su territorio.
El oxígeno del tanque avanzaba en su cuenta regresiva. Dillon, desesperado y con el cuerpo en tensión, solo podía rezar para que el animal perdiera interés y se alejara. “Pensé que no iba a salir de esta”, confesó.
Tras 10 minutos eternos, el escualo desapareció en la penumbra del océano. Dillon aprovechó para reencontrarse con su compañero y nadar hasta el bote lo más rápido y silenciosamente posible.
“Este es su hogar, nosotros somos visitantes”

Aunque asegura que tardará mucho tiempo en volver a sumergirse, el buzo dejó un mensaje claro:
“Este es el territorio de los tiburones y nosotros solo somos visitantes. Debemos tenerlo muy presente”.
El Gobierno de Australia recuerda que, aunque no suelen ver a los humanos como presas, los tiburones blancos son depredadores curiosos y cualquier interacción puede ser peligrosa. Además, se trata de una especie protegida y amenazada por la pesca, la pérdida de hábitat y la contaminación.
Dillon sobrevivió para contarlo. Pero la experiencia le dejó un aprendizaje que no piensa olvidar: bajo el océano, el respeto y la calma pueden ser la diferencia entre vivir y convertirse en una estadística.




