La Contraloría General de la República encendió las alarmas: Machu Picchu enfrenta un deterioro crítico que amenaza la estabilidad de su arquitectura milenaria. La maravilla mundial, orgullo del Perú y joya del turismo global, presenta desprendimientos, asentamientos peligrosos y una grave contaminación biológica que comprometen su futuro.
Tras una inspección realizada los días 16 y 17 de diciembre, especialistas detectaron que la colina del Intihuatana, conocida como el “reloj solar inca”, sufre un avance preocupante en el asentamiento de sus bases. Actualmente se mantiene sostenida solo por puntales de troncos, una medida improvisada que no garantiza la seguridad del sitio a largo plazo. Esta zona, uno de los puntos más emblemáticos de la ciudadela, permanece cerrada al público desde junio de 2024 por riesgo de colapso.

Pero no es el único problema. El informe también revela que líquenes y agentes biológicos están dañando la capa superficial de las rocas que conforman la ciudadela, afectando al 80% de las estructuras líticas. Esto significa que casi todo el complejo está expuesto a un proceso de biodegradación acelerada.
Si bien hace más de una década se realizan tareas de mantenimiento, solo se ha logrado controlar el 20% de la contaminación en las piedras. La falta de un plan integral hace que los esfuerzos sean insuficientes.
A este panorama se suma otro factor preocupante: la presión turística. Entre enero y octubre de 2025, Machu Picchu recibió más de 1.3 millones de visitantes, superando incluso cifras pre pandemia. Sin una gestión adecuada, este flujo masivo podría acelerar el daño, advierte la Contraloría.
El problema no se limita a Machu Picchu. La fortaleza de Sacsayhuamán enfrenta el mismo tipo de deterioro biológico, lo que refuerza la necesidad de un plan de intervención urgente y sostenido.

Mientras tanto, el Ministerio de Cultura asegura que no existe riesgo de perder el estatus internacional del sitio, pero especialistas piden actuar antes de que el daño sea irreversible.
La Contraloría acompañará el diseño de una intervención arqueológica preventiva, con la esperanza de garantizar que las futuras generaciones puedan seguir admirando la ciudadela inca.
Porque si no se actúa a tiempo, la majestuosidad de Machu Picchu podría enfrentar su mayor amenaza en más de 600 años de historia.




