La ciencia lo avala: los osos pueden ser más pequeños y tranquilos si viven cerca de los humanos

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Aunque suelen ocupar titulares por ataques o encuentros inesperados, pocas veces se analiza cómo afecta la presencia humana al comportamiento de los osos. Sin embargo, un nuevo estudio científico acaba de demostrar que nuestra influencia puede ser mucho más profunda de lo que imaginamos: los osos que viven cerca de personas pueden volverse más tranquilos y hasta más pequeños con el paso del tiempo.

La investigación, publicada en la revista Molecular Biology and Evolution, se centró en los osos pardos de los Apeninos, en el centro de Italia, una población reducida que ha pasado siglos compartiendo territorio con aldeas, carreteras, cultivos y ganado. Para sobrevivir en ese contexto, estos animales han tenido que adaptarse a una convivencia compleja con el ser humano.

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Convivir con humanos implica riesgos. En zonas rurales, cualquier animal considerado peligroso para personas o para el ganado puede ser ahuyentado, desplazado o incluso eliminado. Con el tiempo, esos mecanismos de conflicto han generado una presión evolutiva que favorece la supervivencia y reproducción de individuos más pacíficos y discretos. Según los investigadores, esa adaptación ya no se explica solo por aprendizaje: también está escrita en su ADN.

Los científicos secuenciaron y compararon el genoma de estos osos con ejemplares de otras regiones de Europa y Norteamérica. Los resultados fueron claros: existen variantes genéticas que apuntan a una evolución hacia un comportamiento menos agresivo, lo que confirma que la presión humana ha moldeado esta subespecie con el paso de las generaciones. Además, su menor tamaño corporal podría haber sido ventajoso al requerir menos recursos para sobrevivir en un territorio fragmentado.

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Este cambio evolutivo, sin embargo, tiene un precio. El aislamiento prolongado de la población apenínica, junto con su número reducido, ha provocado una pérdida significativa de diversidad genética. En algunos casos, más del 66% del genoma presenta fragmentos idénticos, señal de frecuentes cruces entre parientes. La endogamia aumenta la posibilidad de mutaciones dañinas y, en consecuencia, el riesgo de extinción a largo plazo.

Aun así, el hallazgo es tan inquietante como fascinante: un ejemplo concreto de cómo las actividades humanas pueden impulsar cambios biológicos profundos en grandes mamíferos salvajes. Los osos de los Apeninos se han convertido en una prueba viviente de que la evolución no es un proceso remoto ni ajeno al presente, sino una realidad que sigue ocurriendo hoy, frente a nuestros ojos, cada vez que la naturaleza se ve obligada a adaptarse para sobrevivir.

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