Los números hablan. Y en algunos casos duelen. Tal vez una comparación con algo cotidiano ayude a visualizar mejor el problema que está afectando al mundo. A nosotros.
En tan solo 10 años, el planeta perdió 945.345 kilómetros cuadrados de bosques naturales, un poco más de la extensión total de Venezuela. Esta pérdida de cobertura forestal se ha duplicado desde 2003 y la deforestación en bosques tropicales lluviosos también se ha incrementado el doble desde 2008, según el Global Forest Watch del World Resources Institute (WRI).
En otras palabras, cada minuto, el planeta pierde una extensión boscosa que equivale a 40 canchas de fútbol.
Con ello también se está contribuyendo al calentamiento global -y por ende al cambio climático- dado que se liberan emisiones de gases efecto invernadero a la atmósfera a causa del cambio de uso del suelo. Vale recordar que, sobre todo el carbono, se acumula en la biomasa de la vegetación (hojas, raíces y troncos de árboles, por ejemplo) así como en el suelo. Sin cobertura vegetal, ese carbono que estuvo almacenado bajo tierra durante años termina liberándose y contribuyendo al incremento de la temperatura global.
El Amazonas está experimentando un intenso proceso de deforestación, que desde 1970 hasta la fecha ya asciende a 790,000 km2, especialmente en la parte sur de Brasil y Bolivia.
El motor principal de la deforestación ha sido la ganadería extensiva y en segundo lugar los grandes cultivos de soja.
El cambio climático no es el único impacto negativo que trae consigo la deforestación: “El 80% de la biodiversidad de la Tierra vive en los bosques y, de este porcentaje, 250 especies desaparecen por día. Estamos perdiendo especies a un ritmo entre 1.000 y 10.000 veces superior a lo normal. Estamos presenciando la peor crisis desde la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años debido principalmente a la pérdida de hábitats forestales”, asegura Sergio Baffoni, coordinador de la campaña por los bosques de la Environmental Paper Network.
“Un bosque no desaparece cuando muere el último árbol sino mucho antes, debido a las delicadas relaciones que se establecen entre los organismos. El bosque empieza a desaparecer cuando se fragmenta”, comentó Andrea Masullo, asesor científico de Greenaccord, quien agregó que el planeta requiere recuperar 1.000 millones de hectáreas de bosques fragmentados.