Millones de personas tendrán que elegir entre morir de hambre o migrar por culpa de la crisis climática. Así lo afirma Philip Alston, relator especial de las Naciones Unidas sobre la pobreza extrema y los derechos humanos. En su último informe sobre cambio climático, ha puesto el foco en los riesgos que podrá acontecer sobre las personas más vulnerables del planeta.
Confiar al sector privado la lucha contra la crisis del clima puede conducir a una nueva segregación entre ricos y pobres que permita a los primeros escapar a los peores efectos del calentamiento global y a los segundos sufrir esos efectos hasta las últimas consecuencias.
Según este relevamiento, el mundo está cada vez más expuesto a los riesgos de un “apartheid climático”. ¿Cómo? La ONU sostiene que los ricos pueden pagar para escapar del calor y el hambre que provoca el aumento de la crisis climática. Mientras tanto, el resto de los habitantes en el mundo se ven expuestos y sufren por sus bajos recursos las consecuencias:
Con 2°C grados de calentamiento, entre 100 y 400 millones de personas más estarán en riesgo de pasar hambre y entre 1000 y 2000 millones ya no tendrán suficiente agua.
Según el Banco Mundial, el cambio climático podría dar lugar a pérdidas en el rendimiento mundial de los cultivos del 30 por ciento para 2080. Además, entre 2030 y 2050, se espera que cause aproximadamente 250,000 muertes adicionales por año a causa de la desnutrición, la malaria, la diarrea y el estrés por calor. También para el año 2050, el cambio climático podría desplazar a 140 millones de personas en África subsahariana, el sur de Asia y América Latina.
Las inundaciones y los derrumbes pueden debilitar las infraestructuras y viviendas ya degradadas, especialmente para las personas que viven en asentamientos no planificados o sin servicios. En 2017, 18,8 millones de personas fueron desplazadas debido a desastres en 135 países, casi el doble del número de desplazados por conflictos.
Alston afirma que, aunque el cambio climático ha estado en la agenda de los derechos humanos durante más de una década, sigue siendo una preocupación marginal. A pesar de una serie de informes y declaraciones que se han realizado para tratar de empezar a solucionar , generalmente es uno de una larga lista de «problemas».
Aún así, para frenar los avances en el cambio climático se hará necesario determinar cambios estructurales profundos en la economía mundial. Es casi una obligación que esto se haga de una manera que brinde el apoyo necesario, proteja a los trabajadores, cree buenos empleos y se guíe por las normas internacionales del trabajo. Una red de seguridad social sólida y una transición bien administrada a una economía serán la mejor respuesta a los daños inevitables que traerá el cambio climático.
El cambio climático debería ser un catalizador para que los Estados cumplan con los derechos económicos y sociales ignorados y pasados por alto durante mucho tiempo, incluidos la seguridad social, el agua y el saneamiento, la educación, la alimentación, la salud, la vivienda y el trabajo decente. Los ingresos de la acción climática, incluidos el control de emisiones y la reestructuración fiscal, deben utilizarse para financiar programas de protección social para proteger a los afectados.
A modo de conclusión, Auston sintetiza que las medidas adoptadas por la mayoría de los organismos de derechos humanos de las Naciones Unidas han sido inadecuadas y que éstas se basan en formas de gestión y de procedimiento incrementales que son totalmente desproporcionadas con respecto a la urgencia y la magnitud de la amenaza:
El grupo que se verá más afectado en todo el mundo son los que viven en la pobreza. El cambio climático es, entre otras cosas, un asalto desmedido a los pobres.
