Seguramente, alguna vez alguien te dijo «estás en la luna de Valencia». Esta expresión se usa para describir a alguien que va distraído. Nace, según la leyenda, de cuando la ciudad tenía puertas y murallas. Entonces, al anochecer, toda la cuidad se cerraba. Aquellos que no llegaban a tiempo para entrar, no estaban atentos al toque de queda, tenían que pasar la noche fuera de la ciudad, bajo la luna de Valencia.
Se podría considerar una capacidad del ser humano que bien utilizada puede convertirse un súper poder. Es una forma de teletransportación en la cual dejamos el cuerpo presente pero con la mente volamos a algún (o ningún) lugar.
En ocasiones tener la cabeza en otro lugar es una herramienta excelente para descansar o huir de situaciones aburridas.
Valencia ya no tiene murallas, las derribaron en el siglo XIX para facilitar su expansión. De ella queda algunos rastros perdidos por la Ciudad Vieja y dos de las puertas originales: las Torres de Quart y la de los Serranos (ambas se puede visitar para tener vistas de la ciudad).
La ciudad no cierra sus entradas por la noche, perder la razón del tiempo y quedarse viendo la luna es hoy un placer y no un castigo. Por eso les recomiendo salir y caminar por la noche de Valencia.
Para hacer de uso de esta habilidad, que podemos potenciar acá, les recomiendo la Plaza de la Virgen que está en pleno centro y reúne a la Catedral, la Basílica de la Virgen de los Desamparados y el Palacio de la Generalitat Valenciana.
Pocos lugares en el mundo concentran tantos monumentos de relevancia en tan escaso espacio. Todo alrededor es antiguo, histórico y muy armonioso. La plaza es tranquila y peatonal. Acá la vida pasa tranquilamente.
Esta zona, en realidad, está dentro de lo que en algún momento resguardaban las murallas. Al entrar desde la calle Navello lo que se encuentra es un conjunto monumental y arquitectónico único.
Entre ellos, al fondo, en el centro, la torre del homenaje de la Catedral, conocida como El Micalet, alzándose sobre todos los edificios. También, se destaca la cúpula de azulejos azules de la Catedral.
El proceso podría empezar fijando la mirada en su centro, en la fuente alegórica Del Río Turia. Un varón con barba de cobre semirecostado (el Turia) que sostiene un cuerno de la abundancia; entre ocho niñas con peinado y peineta de labradora valenciana, que representan las acequias que de aquel río nacen. La iluminación y sus chorros de agua crean un clima único.
La fuente de la Plaza de la Virgen no es tan antigua como podemos pensar, de hecho fue inaugurada hace apenas cuatro décadas, en 1976. La creó el escultor Manuel Silvestre Montesinos, también conocido como Silvestre de Edeta. Un detalle es que cada cántaro de agua es distinto en cada labradora.
Su belleza se destaca al llegar la noche. Al final del día, está todo iluminado de una luz cálida, casi anaranjada, que se refleja en la piedra de los edificios creando una atmósfera relajada.
Después de todo un día caminando, es un deber perderse sentados en alguna de las terrazas que dan a la plaza. El sonido del agua, los artistas callejeros y la espera de un rico plato valenciano te atrapan. Antes, un brindis por aquellos despistados que alguna vez se quedaron fuera.