En el mar de Filipinas se encuentra Aogashima, una isla fascinante y aterradora a la vez. Este pequeño pedazo de tierra, hogar de unas 200 personas, está situado dentro de la caldera de un volcán activo. Clasificado como un volcán de Clase C por la Agencia Meteorológica de Japón, Aogashima tuvo su última erupción entre 1781 y 1785. Aunque nadie vivo presenció esa erupción, el temor a que ocurra nuevamente es una constante en la vida de sus habitantes.
Aogashima es un lugar único, con menos de 9 kilómetros cuadrados y cubierto por una densa vegetación que le da un aire de jungla. A pesar del peligro, la vida en esta isla tiene sus ventajas. Los residentes disfrutan de aguas termales gratuitas todo el año gracias a los vapores volcánicos y de una tierra extremadamente fértil que les permite cultivar una variedad de frutas y verduras. Además, producen la sal Hingya y una patata especial conocida como shōchū.
La comunidad de Aogashima está dividida en dos aldeas: Nishigo al oeste y Yasundogō al este. La isla cuenta con una única escuela para estudiantes de primaria y secundaria, lo que plantea un dilema para los jóvenes sobre si quedarse en la isla o continuar sus estudios en otros lugares de Japón.
A pesar del riesgo constante de una erupción volcánica, los habitantes de Aogashima han aprendido a vivir en armonía con su entorno, aprovechando al máximo los beneficios únicos que ofrece su hogar dentro de un volcán activo.