El Viaducto de Millau, en Francia, no solo es el puente más alto del mundo, sino también una maravilla de la ingeniería moderna. Este imponente puente, que se eleva 343 metros sobre el cañón del Tarn, es tan alto que se puede ver desde el espacio y a menudo parece flotar entre las nubes.
Inaugurado en 2004 después de dos décadas de planificación, el viaducto es un ejemplo perfecto de la fusión entre arte y tecnología. Diseñado por el ingeniero Michel Virlogeux y el arquitecto británico Norman Foster, el puente se extiende por 2.460 metros, conectando las mesetas a ambos lados del valle y mejorando drásticamente la comunicación entre el norte y el sur de Europa.
Antes de su construcción, la ciudad de Millau sufría de atascos masivos que entorpecían el tráfico y afectaban la economía local. El viaducto no solo resolvió este problema, sino que también transformó la región en un destino turístico, atrayendo a miles de visitantes que desean experimentar la belleza de su estructura y las impresionantes vistas del paisaje circundante.
El Viaducto de Millau es más que un puente; es un símbolo de innovación que ha cambiado la geografía del transporte en Europa, haciendo posible un viaje más fluido entre el norte y el sur del continente.