En el norte argentino, a 3,900 metros sobre el nivel del mar, se alza una joya natural inigualable: el Salar de Antofalla. Con sus 150 kilómetros de extensión y ubicado en la Puna catamarqueña, este vasto salar destaca por sus tres lagunas pintorescas, un imán irresistible para los turistas que buscan la belleza cruda de la naturaleza.
Acceder a este escenario único es un desafío: solo es posible mediante un vehículo de tracción total (4×4), sorteando un camino de ripio y dificultades topográficas. Al pie del activo volcán de Antofalla, este salar se erige como el más extenso del mundo, una maravilla en un entorno desértico donde la vida apenas encuentra su lugar.
Rodeado de regiones inhabitables, Antofalla es el pueblo más cercano, una comunidad indígena Kolla con apenas 45 habitantes, que ofrece limitadas opciones de alojamiento para aquellos que buscan explorar este espectáculo natural.
Las Lagunas Ojos de Campo, verdaderas pinturas vivas con sus aguas de tonalidades azules, verdes y anaranjadas, y las termas Botijuelas, cuyas aguas alcanzan los 40 grados, son solo algunos de los tesoros que aguardan en el Salar de Antofalla.
Para alcanzar este paraíso oculto, se inicia el recorrido desde el pequeño poblado de Antofalla, avanzando a través de los intrincados 25 kilómetros de un camino de ripio que lleva aproximadamente una hora y diez minutos en un vehículo 4×4.
El Salar de Antofalla, con su aislamiento y su belleza cruda, es un testimonio de la grandiosidad natural que ofrece el norte argentino, una experiencia que cautiva a los aventureros y amantes de la naturaleza en busca de lugares fuera de lo común. Una tierra inhóspita y sorprendente que invita a descubrir la majestuosidad de la tierra y sus secretos mejor guardados.
