Bajo el hielo, en contenedores y de madera: las increíbles iglesias de la Antártida que desafían al fin del mundo

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En el continente más frío, remoto y deshabitado del planeta, donde las temperaturas pueden descender hasta -60 °C, la espiritualidad encontró su propio refugio. Lejos del confort, aisladas del mundo moderno y rodeadas por un paisaje eterno de hielo y viento, distintas iglesias y capillas cristianas se alzan entre bases científicas y asentamientos militares para brindar contención espiritual a quienes pasan meses —e incluso años— en la Antártida.

Sin población nativa ni gobiernos permanentes, la Antártida posee una singular “geografía de la fe”: pequeños templos adaptados a condiciones extremas que funcionan como espacios de oración, comunidad y compañía emocional. Muchas veces, estos lugares son el nexo más fuerte con la identidad y la patria para quienes trabajan en el llamado “continente blanco”.

La primera iglesia católica de la Antártida es argentina

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Uno de los templos más emblemáticos es la Capilla San Francisco de Asís, ubicada en la Base Esperanza (Argentina). Fundada en 1976, es considerada la primera iglesia católica del continente y fue escenario de dos hitos históricos: la primera boda religiosa en la Antártida y el primer bautismo del continente, el de Emilio Palma, nacido allí el 7 de enero de 1978, primer ser humano en ver la luz en suelo antártico.

La capilla está administrada por el Comando Conjunto Antártico de las Fuerzas Armadas y depende del Obispado Castrense de Argentina. Durante el verano austral, cuando la base llega a alojar más de 60 personas —incluidas familias y niños—, el templo se convierte en un punto central de encuentro. Incluso en invierno, cuando el aislamiento es total, la capilla continúa abierta para quienes permanecen allí.

Además, este lugar guarda una huella especial: el Siervo de Dios R. P. Tarsicio Rubin, hoy en proceso de canonización, celebró misa allí, reforzando el fuerte vínculo entre fe, misión y soberanía espiritual en uno de los rincones más lejanos del planeta.

Capillas argentinas entre el hielo

Otro punto clave es la Capilla Virgen de Luján, en la Base Marambio. De estructura metálica, fue diseñada especialmente para resistir el clima extremo. Aunque no cuenta con eventos tan históricos como la de Base Esperanza, funciona como un espacio de silencio, reflexión y oración para científicos, técnicos y personal militar que rotan constantemente.

Más al sur todavía se encuentra la sorprendente Capilla Nuestra Señora de las Nieves, en la Base Belgrano II. Este templo es único: está construido bajo el hielo, al interior de túneles cavados en la nieve. Con paredes de hielo compacto y una iluminación tenue, se convirtió en uno de los espacios litúrgicos más extraños del mundo. Allí encuentran consuelo quienes pasan meses sin ver la luz solar durante la noche polar.

Chile, Rusia, Ucrania y Estados Unidos también levantaron sus templos

En el sector chileno, la Capilla Santa María Reina de la Paz funciona en la localidad semi permanente Villa Las Estrellas, una pequeña comunidad que cuenta con hospital, escuela y oficina postal. Construida dentro de un contenedor marítimo adaptado, allí se celebran bautismos, primeras comuniones y misas para la población militar y civil que habita la zona.

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Uno de los edificios religiosos más llamativos es la Iglesia de la Santísima Trinidad, en la Estación Bellingshausen (Rusia). Construida completamente en madera siberiana y coronada por una clásica cúpula ortodoxa, fue consagrada por el Patriarcado de Moscú en 2004. Tiene capacidad para 30 personas y celebra bodas, vigilias navideñas y oficios pascuales abiertos a fieles de diferentes países.

La Capilla de San Vladímir, en la Base Vernadsky (Ucrania), refuerza la identidad cultural del país. Fue inaugurada en 2011, también en madera, con iconografía bizantina en su interior, y es mantenida gracias al trabajo conjunto de la comunidad científica, el Estado ucraniano y la Iglesia.

Por su parte, la base más grande del continente, McMurdo (Estados Unidos), cuenta con la Chapel of the Snows, un espacio interconfesional fundado en 1956 y reconstruido tras un incendio en 1978. Puede albergar a 60 personas y recibe a católicos, protestantes y creyentes de diversas denominaciones. En su interior conviven Biblias, libros científicos y carteles de expediciones, reflejando la convivencia entre fe y ciencia.

Incluso los cementerios existen en la Antártida

Aunque es el continente menos habitado del mundo, la Antártida también cuenta con al menos cuatro cementerios reconocidos. El más antiguo se encuentra en la Isla Rey Jorge, cerca de las bases chilena Frei y rusa Bellingshausen, con tumbas de científicos, militares y trabajadores fallecidos desde la década de 1950.

Argentina mantiene también un cementerio militar en Base Esperanza, mientras que en la Isla Decepción existe un pequeño camposanto británico donde descansan balleneros y exploradores del siglo XIX.

La fe que no se congela

Hablar de religión en la Antártida es hablar de humanidad. Donde hay personas, aún en el punto más extremo del planeta, surgen preguntas, búsquedas de sentido y la necesidad de comunidad. Esos pequeños templos —ya sea de madera, metal, contenedores o hielo— funcionan como verdaderos faros emocionales en medio de la soledad polar.

La impronta del padre Tarsicio Rubin, pionero de la misa católica antártica y hoy camino a la santidad, sintetiza ese espíritu: la fe también se hace presente en el confín del mundo.

Porque incluso rodeada por el hielo eterno, el alma humana nunca se congela.

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