El lago Victoria se encuentra situado en la zona centro-oriental de África, rodeado por las naciones de Uganda, Tanzania y Kenia. Se trata del segundo lago de agua dulce más grande de la Tierra, después del lago Superior de Norteamérica: se extiende en un área de 69 482 km² y en su punto de mayor profundidad alcanza los 82 metros. Allí, el ex guía turístico James Kateeba llevó a cabo tareas de recolección de basura y con los residuos obtenidos luego convirtió un asombroso negocio turístico.
A partir de las toneladas de desechos plásticos obtenidas del lago Victoria, en el año 2017 Kateeba comenzó a construir una embarcación que, con el paso del tiempo, se ha consolidado como un atractivo restaurante flotante y un bar capaz de desamarrarse para navegar a la deriva por placer. Sí, aunque no lo creas, este barco con fines turísticos ha sido construido con basura.
Entre los residuos que destacan en el interior del lago Victoria es posible mencionar desechos de escorrentía y otra contaminación, extracción de arena y una disminución en los niveles de agua debido en parte al cambio climático. Desafortunadamente, en temporada de lluvias fuertes, suelen quedar en la superficie del lago capas de desechos plásticos que flotan cerca de algunas playas. Esto es algo realmente preocupante para las comunidades pesqueras que dependen en gran medida del lago.
Con esta propuesta, el hombre aficionado por el turismo procuró ser referente de un ejemplo de un negocio sostenible en las orillas del lago Victoria. El proyecto de reciclaje utiliza miles de botellas de plástico incrustadas de suciedad para anclar el barco, pero las mismas no se «lucen» para nada al quedar tapadas con una envidiable vegetación: gran variedad de plantas con flores se elevan desde el agua hacia el casco de madera del bote.
Para visitar este particular espacio flotante hay que dirigirse hacia Luzira, un suburbio junto al lago de la capital de Uganda, Kampala. Los visitantes que pasan el día en este lugar no saben nada de la verdadera historia del barco y es el mismo Kateeba quien insiste en que es ante todo “un esfuerzo de conservación”, el intento de un hombre de proteger uno de los grandes lagos de África de la degradación.
El proceso para luego culminar con la construcción del barco turístico es apasionante: Kateeba confiesa que comenzó pidiendo a los pescadores de los sitios de desembarque cercanos que recolectaran botellas de plástico por una pequeña tarifa. Así fue como recibió más de 10 toneladas de botellas en seis meses. Los lotes fueron amarrados en redes de pesca y embadurnados con tierra sólida, creando las bases firmes sobre las cuales se amarra el bote y que también son terreno fértil para trepar plantas tropicales.
Bautizado con el nombre de Isla Flotante, este barco puede atender cómodamente a 100 visitantes a la vez.