La historia de Bethany Hamilton parece sacada de una película… y de hecho, lo fue. A los 13 años, esta joven surfista fue atacada por un tiburón tigre de más de cuatro metros mientras surfeaba en una playa de Kauai, Hawái. El animal le arrancó el brazo izquierdo por debajo del hombro y la dejó al borde de la muerte: perdió el 60% de su sangre y su vida pendía de un hilo. Pero lo que vino después es lo que realmente la convirtió en una leyenda.
Desde muy chica, Bethany había mostrado un amor incondicional por el mar. Sus padres, surfistas apasionados, la criaron sobre las olas. A los cuatro años ya surfeaba, a los ocho ganaba competencias, y a los nueve era considerada una niña prodigio. Su vida giraba alrededor del océano… y el océano casi se la arrebata.
El ataque ocurrió un 31 de octubre de 2003, mientras esperaba una ola junto a su amiga Alana y otros dos acompañantes. Estaba sentada sobre su tabla con la mano izquierda en el agua cuando el tiburón la mordió. Fue un instante que cambió todo.
Pero su espíritu fue más fuerte que el trauma. Diez semanas después, Bethany volvió al mar con una tabla adaptada. Su padre le ayudó a diseñarla con asas especiales para mejorar el equilibrio y la maniobra del pato. Aprendió a nadar con un solo brazo y no tardó en recuperar su lugar en las competencias.
Un año después, fue galardonada con el premio ESPY al mejor regreso deportivo, y desde entonces su historia ha inspirado libros, documentales y películas. Su autobiografía, Soul Surfer: A True Story of Faith, Family, and Fighting to Get Back on the Board, fue un éxito editorial, y en 2011 su vida fue llevada al cine con la película Soul Surfer, protagonizada por Anna Sophia Robb.
Hoy, Bethany Hamilton no solo sigue surfeando, sino que también se dedica a dar charlas motivacionales y compartir su historia con el mundo. Convirtió una tragedia en una fuente inagotable de inspiración, demostrando que ninguna ola —por más gigante que sea— es imposible de atravesar.
