París activó su primera alerta roja por calor en cinco años, en medio de una ola de calor sin precedentes que está afectando a gran parte de Europa. Las altas temperaturas, que llegaron a rozar los 38 ºC en la capital francesa, obligaron a cerrar el último piso de la Torre Eiffel, uno de los íconos turísticos más visitados del mundo.
La medida fue tomada para proteger tanto a los trabajadores como a los visitantes. Según las autoridades, el calor extremo representa un riesgo real para la salud, especialmente en estructuras metálicas expuestas al sol. El cierre se mantendrá al menos hasta el miércoles.
Pero Francia no está sola. Desde Portugal hasta Croacia, países europeos enfrentan temperaturas récord. En Sevilla, los termómetros marcaron 41 ºC, mientras que en Portugal se alcanzaron 46.6 ºC en Mora, a solo 100 kilómetros de Lisboa.
El impacto humano ya se siente: cientos de escuelas han sido cerradas en Francia y Países Bajos; en Alemania se aplicó el tradicional “hitzefrei” enviando a los niños a casa; y en Tarragona, España, un niño de dos años murió trágicamente tras permanecer varias horas dentro de un auto al sol.
La ONU y la OMM advirtieron que estas olas de calor, cada vez más frecuentes y más intensas, son consecuencia directa del cambio climático provocado por la actividad humana. Además del impacto en la salud pública, aumenta el riesgo de incendios forestales: solo en Turquía, más de 50.000 personas fueron evacuadas por incendios.
París, símbolo de modernidad y cultura, se ha convertido en uno de los rostros visibles de este fenómeno global. Y la imagen de su Torre Eiffel cerrada por calor extremo resume el desafío urgente que enfrenta la humanidad frente al calentamiento del planeta.
