A vos que sos parte de esta comunidad y me estás leyendo: ¿alguna vez te preguntaste cómo sería trabajar en un crucero y vivir en el mar? Quiero contarte que a mis 24 años tenía un trabajo estable, seguro social, una carrera y un buen sueldo… El pronóstico indicaba que iba a vivir una vida larga y monótona y no era feliz.
Es así como tomé la decisión de aventurarme en altamar. Me fui a trabajar como recepcionista a bordo de un barco de crucero de una importante compañía con sede en los Estados Unidos. Una embarcación que además de haber sido mi lugar de trabajo, fue mi casa y mi medio de transporte, el cual me llevó a conocer 35 países.
Había renunciado a mi trabajo estable, abandonado mi carrera universitaria y dejado atrás mi familia y amigos. Y con ellos la niña caprichosa que siempre fui.
El día anterior a partir hacia Miami me arrepentí. En plena cena familiar de despedida rompí en llanto y les pedí a mis padres que me apoyaran por qué no quería viajar. Tenía miedo: mi nuevo trabajo consistía en un período de 6 meses a bordo de un crucero por las Bahamas y el caribe.
Si, todo sonaba espectacular, pero iba a aventurarme sola, a un país desconocido y sin siquiera hablar bien el idioma. Ellos me convencieron. A las pocas horas estábamos en Ezeiza con billete de avión en mano y con la promesa de reencuentro en 6 meses.
Y esa pequeña aventura se transformó en 1 año y medio, 5 continentes, 35 países, mi actual novio de Rumania y mi mudanza a Islas Baleares, España. Pero eso llegaría un poco más tarde.
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Durante esos últimos 2 años me pasaron muchas cosas: me bañé en la laguna azul de Islandia, un balneario geotermal en un campo de lava de este increíble país. Comí pizza en Italia y compré una bandera Argentina en una esquina de Nápoles mientras el vendedor hablaba de Maradona y yo pretendía no entender.
Comí paella en Barcelona y caminé hasta la Sagrada Familia aunque no entré porque estaba colapsado. Tiré la moneda y pedí un deseo en la Fontana di Trevi. Tomé un tren equivocado en Roma y perdí el crucero en el que trabajaba. Caminé los bosques de Alaska y me di cuenta que nuestra Patagonia no tiene nada que envidiarle.
Aprendí inglés a la fuerza. Por suerte la pérdida del barco en Roma no fue tan grave y no perdí el trabajo. Estuve en Marruecos, Malasia y Tailandia. Y un día conocí al amor de mi vida en una playa del Caribe.
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Yo no hablaba bien inglés y el no hablaba español. Él es de Rumania y yo bien argenta, aunque eso no fue un obstáculo. Nos fuimos de vacaciones juntos y casi perdimos un avión a Alemania. Lo que sí perdimos fue un tren a Transilvania, pero ganamos 1 año juntos y medio juntos y un nuevo hogar en España.
Tomé la decisión de vivir mi vida como yo quiero y no como la sociedad dice que debo vivirla. Si soy una privilegiada es porque tengo una familia y un novio que me aman y porque estoy sana y porque yo elijo la vida que quiero vivir todos los días.
Actualmente vivimos en España, trabajo esporádicamente en hotelería porque es lo que estudié y viajamos cada tres meses para ir completando nuestra bucket list. Nuestro último viaje fue a Disneyland París, otro sueño cumplido.
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