Compré mi primer pasaje en avión para viajar sola en 2019. Por aquel entonces la excusa era asistir a un compromiso profesional a unos 1.280 kilómetros de donde vivo. Pero, insisto, quizás eso era solo una excusa que ponía de escudo para evitar cualquier tipo de reproche o reclamo alrededor. “Es por trabajo” suena más lindo y le quita culpa a decir en verdad “Quiero ir porque no puedo seguir acá”.
La verdad es que también me generaba un alto nivel de adrenalina tener esa experiencia, disfrutarla y disfrutarme en ella, justo en un momento en el que necesitaba respirar aire libre y sentirme en paz conmigo misma. Pero el pensamiento idílico se esfumó cuando descubrí que comprar un pasaje no anulaba las incertidumbres, inseguridades y miedos que una chica de 23 años podría enfrentar moviéndose sola en otra ciudad.
Como si se tratara de un acto de autoboicot, o de saber que no iba a concretar aquella hazaña, nunca reservé el hospedaje. Dí vueltas sobre el tema hasta último momento y parecía así tener una excusa más grande que la que mencioné anteriormente: ¿cómo voy a ir si no sé dónde podré dormir? ¿Cómo voy a viajar sola si no sé cómo me moveré durante esos días?
¿Cómo? De la misma manera que el avión despegó desde el aeropuerto con un asiento vacío. Nunca me subí. En mi defensa, no estaría pasando por los mejores momentos personales y pensar en estar afuera unos dos o tres días no era algo que viera muy posible. O quizás fue una forma de esquivar una etapa de crecimiento que podría haberse concretado antes pero fui demorando. Quién sabe.
Cómo perder el miedo a viajar sola: Viajando
Al año siguiente, 2020, encontré otra excusa para salir de la ciudad y hacerlo sola. También una excusa profesional dio el puntapié perfecto a una experiencia que sería más corta y que, por una logística extraña que había programado, no requería ni siquiera hospedaje. El viaje, en definitiva, era por menos de un día: llegaría en micro el sábado por la tarde al destino para cubrir un Carnaval y me volvería el domingo a primera hora de la mañana.
Creo que intenté convencer a un par de amistades de que podría ser buen plan para que me acompañen, pero también se sentía bien hacerlo sola. Pude cumplir lo más bien la tarea que fui a hacer y también pude conocer antes un poco de la ciudad, caminando siempre obvio.
En ese viaje también conocí la Comisaría local. Al retirarme del evento nocturno tuve una inoportuna decisión para alguien que anda sola: decidí caminar por detrás de un grupo de amigas y amigos que salían del mismo lugar con el objetivo de seguir parte del mismo recorrido hasta llegar a una zona céntrica de la ciudad. En una de esas, el grupo desapareció y quedé sola. Sola y acompañada del Google Maps en el celular, y mirando a cada rato cuánto me faltaba para llegar a una calle donde tenía registro de que había bares y cervecerías.
Mi intención era sentarme a comer una buena hamburguesa a modo de felicitarme por animarme a aquello. Pero, antes de llegar, un hombre me arrinconó contra una pared para robarme el celular. Y bueno, lo que parecía un logro por viajar sola terminó en un capítulo bastante triste.
Era la segunda vez que me proponía viajar sola y ooootra vez un desperfecto en el camino me dejó con la sensación amarga de aquel periplo. Después vino la pandemia y pude preservar mis emociones al respecto porque, a decir verdad, no podíamos salir. Ni yo, ni nadie.
Aún no he podido curar esas malas experiencias. Pero lo que vino después fue mejor: En 2021, con parte del turismo reactivándose, conocí lugares increíbles de mi país a fuerza de voluntad, para probar suerte con otras propuestas. Propuestas en las que no viajaría sola pero tampoco lo haría con gente que conocía previamente.
Un viaje lo encontré en un grupo de Facebook, si bien me asesoré un poco sobre la propuesta y el itinerario, también sabía que me lanzaba a la incertidumbre de no saber qué espera una vez que me baje del medio de transporte. La experiencia fue suprema, encontré la posibilidad de conocer un recorrido nuevo y de la mano de gente local.
¿Si te digo que en una de esas actividades me sirvió el plato de comida la mismísima intendenta de una pequeña ciudad argentina me creerías? Es algo a lo que los españoles llaman ‘flipar’. Una calidez humana que desbordaba.
Mis compañeros fueron lo más. Uno a veces busca a los amigos, familiares o pareja para salir a explorar el mundo y resulta toda una compleja tarea combinar días libres entre ambas partes (o bien combinar las ganas), pero en ese tipo de viajes entendí también lo importante que era hacerlo con compañía que sintiera la misma motivación que uno a la hora de viajar.
Luego, el trabajo que acostumbro a realizar me llevó a vivir una experiencia en la Patagonia argentina de la mano de una fundación ambientalista, donde la estadía no solo me hizo conocer paisajes admirables si no que también me permitió conocer en profundidad cómo se vive en la zona y cómo son las personas que allí habitan.
También compartí habitación con gente que no conocía pero estaba ahí por la misma razón que yo. Poner la mejor predisposición de recorrer, andar, conocer, escuchar, preguntar. Eso me ha permitido recolectar un montón de anécdotas. A fin de cuentas dicen que lo importante de la vida no es tener objetos que acumular, más bien historias para contar. Y eso es lo que te habilita viajar, viajar y viajar.
Dicen, también, que cuando uno viaja con gente conocida, arma como una especie de “tribu” junto a ellos. Vas de un lado para el otro juntos, menos dormir o ir al baño, uno por lo general termina pasando el tiempo 100% juntos. En cambio, cuando viajás solo o con gente que no está en tu universo conocido como fue mi caso, la necesidad de sociabilizar y compartir se hace más grande y más imprescindible.
En fin, como proceso de adaptación a lo que podría ser un viaje en solitario, son propuestas que ayudan y mucho. De ellas aprendí, crecí y maduré un montón sobre cómo moverme en lugares desconocidos. A continuación, te comparto algunos consejos para que puedas empezar a planificar una aventura como tal.
7 Consejos para perder el miedo a viajar sola
1-No hace falta ir de un continente a otro para vivir la experiencia
¿Hay algún atractivo turístico cerca de la ciudad donde vives? Una buena forma de lanzarse a una aventura en solitario es diseñar un plan en el que pases gran parte del día haciendo un itinerario sola.
Por ejemplo, podrías hacerlo incluso en tu misma ciudad: busca un sitio de interés para visitar y combina con alguna parada gastronómica alrededor. O buscar atractivos para conocer en una distancia de 100 km a 500 km y emprender el viaje en solitario con la reserva de una noche de hospedaje para poder hacer varias actividades en el destino. Esa es una forma de viajar sola también.
He estado en charlas con otras mujeres y podrá parecer una tontería pero, si no empiezas poquito a poco a compartir esos momentos contigo, hacer un cambio radical en otro país podría costarte aún más. Si la sensación placentera de estar escogiendo cada uno de los detalles de tu día en función de lo que quieres tú se vuelve cada vez más tentadora, puede que sea hora de probar un viaje más ambicioso.
2-Saber mucho del lugar que vas a visitar
Entiendo que, a veces, cuando uno se embarca en un viaje quiere ser dominado por el factor sorpresa y entregarse a ir descubriendo los lugares como si se tratase de una hazaña o conquista territorial. Pero también creo que es cierto el dicho que reza: “Se pierde menos tiempo cuando uno sabe a dónde va” y, a decir verdad, no hablo solo de tiempo, si no también de energía y predisposición a la hora de moverse.
Si bien hay experiencias que debemos tomar con pinzas porque se trata de opiniones y comentarios subjetivos, la ventaja que te da buscar recomendaciones y sugerencias de otros viajeros sobre los lugares que quieres conocer es que te permitirá saber a dónde ir y, por sobre todo, a dónde NO ir. Y eso es clave si eres una mujer que quiere viajar sola.
Por ejemplo, si vas a visitar una ciudad y averiguas en Internet cuáles son las calles más céntricas o dónde encontrar la vida nocturna y de pronto tienes una distancia considerable entre el lugar y tu hospedaje, podrás evaluar de antemano cuáles son las posibilidades para ir de un lado a otro sin exponerte a la inseguridad. O bien, contratar un alojamiento que se encuentre cerca de esa zona para que te resulte más seguro moverte durante la noche.
3-Walking Tours: bueno, bonito y barato
Si el lugar de viaje que eliges es bastante grande y/o se trata de una ciudad bastante concurrida por el turismo, es posible que encuentres la propuesta de Walking Tours por su centro histórico y/o lugares de interés. Esta es una buena iniciativa para que te unas a un grupo -en el que seguramente todos son viajeros recién llegados al destino- y aproveches a interactuar con otros sobre el plan de viaje (sin dar muuucho detalle, claro está).
Además, por lo general, solo se paga con propina, por lo que podrá ser bastante más económico que contratar un city tour. Aunque bueno, gustos son gustos y cualquier podría inclinarse por la opción que más le gusta.
4-No compartir fotos ni registros en tiempo real de los lugares en los que puedas estar
Este es un consejo que tomé de una periodista e influencer de viajes argentina mientras se encontraba recorriendo parte del continente europeo sola. Nunca antes había tenido reparo en ello pero, siendo una persona que me gusta compartir fotos y videos de los lugares que conozco y estoy visitando, me pareció clave tener en cuenta que debería tratar este tema con más alerta.
En mi experiencia -y sé que muchos otros viajeros también lo hacen-, muchas veces aprovecho a tomar fotos y videos durante mis recorridos pero aguardo a llegar al lugar de hospedaje para seleccionar los mejores registros, quizás editarlos y luego recién ahí compartirlos en redes sociales. Eso no solo te permite subir contenido mientras te encuentras en otro lugar diferente al compartido en las imágenes, si no que también te da lugar a que puedas disfrutar de un itinerario explorando los paisajes en lugar de pasársela mirando al móvil en busca del filtro perfecto.
5-Evitar llegar a los destinos de noche
Otro consejo que fui adquiriendo gracias a seguir de cerca las travesías de otros viajeros es sobre otro aspecto en el que no tenía consideración pero que se vuelve súper útil e importante de saber a la hora de reservar boletos de avión o de autobuses.
Primero, creo que se debe a que llegar a la ciudad de destino de día te permite explorar con luz natural el entorno en el cual te hospedarás y cómo es el lugar en cuanto a movimiento, actividades y eso, siendo mujer, te permitirá tomar confianza. El otro punto es que, si por ejemplo tuvieras algún incidente o problema al llegar o particularmente con el lugar de hospedaje reservado, llegar de día te deja más margen para buscar alternativas, pedir sugerencias y/o arreglar cualquier tipo de inconveniente que encontrarte en la incertidumbre a altas horas de la madrugada.
6-Hospedaje en hostels
Siguiendo con lo antes mencionado, quizás una mejor alternativa a la hora de no experimentar esa sensación de “estar solx + caos” es hospedarse en un hostel. Ojo, los hay muchos, variados, de diferentes precios y servicios. No es una regla universal que todos sean igual de buenos ambientes pero, por lo general, hay muy buena onda entre los viajeros ya que muchos también se encuentan en la misma situación que uno. Algunos, además, tienen actividades grupales y movidas nocturnas como para hacer turismo en grupo… ¡y eso es todo lo que estamos buscando como viajeros!
7-Prueba la experiencia con otras mujeres viajeras
Si lo tuyo es viajar compartiendo de las experiencias que puedas realizar con otros, pero el conflicto se desata cuando combinar agendas con pareja, amigas o familiares se vuelve una odisea, puedes probar sumándote a viajes en grupos, diseñados especialmente para mujeres.
Debo confesar que esto es muy tentador y enriquecedor: te permite conocer otras personas y compartir con ellas sin importar edades, estado civil, profesión, gustos de comida, ya que todas están en el mismo lugar que tú por la misma razón: salir a explorar el mundo, divertirse unos días y hacerlo sin miedo.
Hace unos meses formé parte de una salida grupal de mujeres a la provincia de Mendoza que realizó la agencia de viajes argentina Babia Viajes. Tras identificar que recibían muchas consultas por viajes para mujeres que buscaban planificar un descanso solas, trabajaron en la idea de armar grupos en los que pudieran sentirse parte y vivir la misma experiencia pero acompañadas de otras mujeres que tuvieran la misma incertidumbre e inseguridad de hacerlo solas.
Así nació #BabiaEME, un formato de viaje que pronto realizará una nueva edición a Colonia del Sacramento, la encantadora ciudad situada al suroeste de Uruguay, combinando actividades recreativas con momentos de relax en un hotel 5 estrellas y la compañía de mujeres que se han propuesto como objetivo principal tratar de pasarla bien de principio a fin.
Un comentario
Holas, me encanta leer las experiencias de todas, tengo 45 años y lo q más quiero es viajar.
Me gustaría algún día unirme a un grupo de mujeres q viajan solas.