El adiós al último glaciar de Venezuela: una señal alarmante del cambio climático

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Redactora
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El glaciar Humboldt, ubicado en el estado Mérida y a más de 4,900 metros de altura, está al borde de desaparecer, marcando un hito devastador en la lucha contra el cambio climático. Este glaciar, que alguna vez fue un símbolo imponente de los Andes venezolanos, ahora es apenas una sombra de lo que fue, conservando solo el 0,4% de su extensión original.

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Un fenómeno imparable

Aunque las autoridades de Venezuela no han confirmado oficialmente su desaparición, expertos como Julio César Centeno, profesor universitario y asesor de la Conferencia de Naciones Unidas para Medio Ambiente y Desarrollo (UNCED), ya lo consideran un hecho irreversible. “En Venezuela ya no hay glaciares, lo que tenemos es un pedazo de hielo”, afirmó Centeno a la AFP.

Este evento convierte a Venezuela en el primer país de la Cordillera de los Andes en perder la totalidad de sus glaciares. Hace poco más de un siglo, el país contaba con cinco glaciares que cubrían unas 1,000 hectáreas. Hoy, el Humboldt apenas conserva dos hectáreas, muy lejos del estándar mínimo de 10 hectáreas necesario para considerarse un glaciar.

Intentos desesperados y escepticismo científico

En un esfuerzo por frenar el deshielo, el gobierno venezolano implementó a finales de 2023 una estrategia que incluyó la instalación de mallas térmicas de polipropileno para reducir la incidencia solar sobre la montaña. Sin embargo, los expertos son escépticos sobre la efectividad de esta medida, dado el avanzado estado de degradación del glaciar.

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Un mensaje de alerta global

La inminente desaparición del glaciar Humboldt no solo representa una pérdida ambiental para Venezuela, sino que también se erige como una señal alarmante del impacto del cambio climático a nivel global. Este fenómeno subraya la urgencia de tomar medidas concretas para combatir el calentamiento global y proteger los ecosistemas que aún permanecen en pie.

El deshielo del Humboldt nos recuerda que el tiempo para actuar se agota, y que el precio de la inacción será cada vez más visible en las montañas, océanos y comunidades de todo el mundo.

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