El impacto del cambio climático en América Latina ya no es una advertencia a futuro, sino una realidad que está afectando la producción y el acceso a los alimentos en la región. Un reciente informe de la ONU revela cómo fenómenos extremos como sequías, olas de calor e inundaciones han disparado los precios de cultivos clave y aumentado la inseguridad alimentaria en 2023.

Los efectos más notables se han visto en países como Argentina, México, Nicaragua y República Dominicana, donde el precio del maíz se disparó debido a la falta de lluvias. En Ecuador, las lluvias torrenciales elevaron los costos mayoristas de los alimentos entre un 32% y un 54%. La combinación de estas crisis climáticas con la pobreza estructural ha hecho que las comunidades rurales sean las más vulnerables, afectando especialmente a pequeños agricultores y poblaciones indígenas.
Según el informe, la falta de acceso a alimentos saludables también está impulsando el consumo de productos ultraprocesados, lo que ha llevado a un aumento preocupante en los niveles de obesidad infantil y adulta en la región. Además, destaca que América Latina tiene el costo más alto del mundo para llevar una dieta equilibrada.
Volver a los cultivos ancestrales: una solución resiliente
Frente a esta crisis, los expertos proponen recuperar los cultivos tradicionales de la región, como la quinoa, la mashua y el melloco, que han demostrado ser resistentes a la sequía y ofrecen una alternativa más nutritiva y sostenible.

“La agricultura en terrazas en los Andes ha demostrado ser asombrosamente resistente. Conserva la humedad y la fertilidad del suelo, algo crucial en tiempos de crisis climática”, explica el investigador Carlos Andrés Gallego-Riofrío. Comunidades como Caliata, en Ecuador, siguen dependiendo de sus propias cosechas, con dietas ricas en tubérculos, judías y cebada, lo que ha reducido el impacto de los alimentos ultraprocesados en su alimentación.
A medida que los fenómenos climáticos extremos se vuelven más frecuentes, el regreso a estos sistemas agrícolas ancestrales podría ser clave para garantizar la seguridad alimentaria en América Latina y mitigar los efectos del cambio climático en la producción de alimentos.