En una tranquila ciudad de los Países Bajos existe un lugar que, a simple vista, parece un vecindario más: calles adoquinadas, un supermercado, una cafetería, un teatro y jardines donde pasean los vecinos. Pero Hogeweyk, ubicada en Weesp, es mucho más que un barrio. Es una aldea diseñada especialmente para personas con alzhéimer y otras formas de demencia, donde la vida cotidiana es una terapia silenciosa.
Su mayor innovación es que todo parece real… aunque nada lo sea del todo.
Una vida normal dentro de un entorno seguro

El proyecto, creado por la fundación Vivium Care Group, alberga a unas 150 personas que conviven en 27 casas con cocina, comedor y sala compartida, como en cualquier hogar. Los grupos reducidos favorecen la calma, la convivencia y el sentido de pertenencia.
Pero hay un detalle que lo cambia todo:
Los cuidadores se hacen pasar por vecinos, empleados o visitantes.
Nadie lleva uniformes médicos ni existen puertas cerradas con llave. La vigilancia está, pero se oculta bajo un vínculo cotidiano.
Así, ir a comprar, tomar un café o ir al teatro no son actividades terapéuticas —son parte de una vida que continúa.
Una filosofía basada en la empatía, no en la corrección
En Hogeweyk no se obliga a los residentes a reconocer su enfermedad.
Si alguien cree que va a trabajar o que vive en su antigua casa, esa ilusión se respeta.
El objetivo no es traerlos al presente a la fuerza, sino acompañar su percepción de la realidad y evitar la angustia que genera la confrontación. Este enfoque:
- reduce el uso de medicación,
- mejora el estado de ánimo,
- disminuye episodios de estrés y miedo.
Para quienes viven allí, la rutina se convierte en un refugio emocional.

Un modelo que está cambiando el mundo
El impacto de Hogeweyk ha sido global. Países como Alemania, Noruega, Canadá y Estados Unidos ya están replicando esta idea, demostrando que la atención a la demencia puede ofrecer libertad, dignidad y bienestar.
Los Países Bajos lideran desde hace años propuestas innovadoras para el cuidado de adultos mayores. Pero esta aldea representa quizá su revolución más humana: un entorno sin rejas ni batas blancas, donde la memoria puede fallar, pero la vida no se detiene.
Hogeweyk nos recuerda que, incluso frente al olvido, siempre será posible vivir con amor, autonomía y una ilusión de hogar.




