Vali Graham tiene 21 años, vive en Australia y soñaba con romper un récord mundial. Pero su intento casi le cuesta la vida. El pasado 11 de junio, el joven se lanzó desde 42,5 metros de altura en las cataratas Minnehaha Falls, en Nueva Gales del Sur, buscando convertirse en el nuevo campeón del “death dive”, una disciplina extrema que mezcla acrobacia y vértigo.
La escena, registrada en video y viralizada en redes sociales, es tan impresionante como escalofriante: Graham se lanza desde el borde de un acantilado, gira en el aire con los brazos abiertos como exige este deporte noruego, y justo antes de impactar el agua, cambia de postura. El golpe es brutal. El cuerpo del joven, en posición “pike”, recibe todo el impacto y se hunde sin reacción.
El salto no terminó en aplausos, sino en conmoción cerebral, fractura de cráneo, esternón, vértebra T11 y un tímpano roto. Estuvo inconsciente por unos instantes, y aunque logró salir del agua con ayuda, caminó más de un kilómetro hasta llegar al auto que lo llevó al hospital. Ya internado, fue operado y pasó varios días en recuperación.
Pese al accidente, Graham no perdió su espíritu. “Estoy listo para reconstruir mi cuerpo y volver más fuerte”, escribió días después en Instagram, donde acumula miles de seguidores fascinados con su pasión por el riesgo.
¿Qué es el death dive?
El “dødsing” nació en Noruega y tiene una sola regla: lanzarse desde gran altura al agua y permanecer extendido en el aire el mayor tiempo posible antes de encogerse justo antes de entrar al agua. Es un deporte que desafía la física y el cuerpo. Hasta ahora, el récord oficial lo tenía el suizo Lucien Charlon con 41,7 metros. Graham buscaba superarlo con sus 42,5.
El intento abrió un debate en redes sociales. Muchos celebraron su valentía, pero otros lo criticaron duramente. “¿Quién paga por esto si sale mal?”, cuestionó un usuario. Otro, simplemente, escribió: “Esto es sobrehumano”.
La experiencia de Graham expone los extremos a los que puede llegar una persona cuando el límite ya no es físico, sino mental. Su historia no solo habla de adrenalina, sino también de resiliencia, de un cuerpo herido que ahora quiere volver al vacío, y de un joven que —increíblemente— no se rinde.