En medio del Canal de la Mancha, a solo unos minutos en ferry desde Guernsey, se encuentra Herm, una pequeña isla británica donde no hay autos ni bicicletas, y donde la naturaleza dicta las reglas. Con apenas 65 habitantes permanentes, este rincón de apenas dos kilómetros de largo se ha convertido en un símbolo de turismo ecológico y vida simple, atrayendo a quienes buscan desconectarse del mundo moderno.
“Caminé hacia la playa vacía de Belvoir Bay a las 6:30 de la mañana. El cielo era rosado, la arena suave, y el único sonido era el del mar”, relató un visitante a The Guardian. Esa sensación de calma total define la experiencia en Herm: playas solitarias, aguas turquesas y senderos entre bosques, acantilados y prados donde abundan conejos y frailecillos.
En esta isla no circulan vehículos, la escuela local tiene solo cuatro alumnos, y los turistas se desplazan caminando por rutas naturales señalizadas. En los acantilados del sur anidan aves migratorias, mientras que al norte predominan las playas blancas y las piscinas naturales.
La comunidad de Herm vive un equilibrio entre lo tradicional y lo moderno. La administración de la isla está a cargo de Craig Senior, director ejecutivo desde 2019, junto a su familia. Aunque pertenece al Estado de Guernsey, su gestión turística se mantiene bajo concesión. Actualmente está administrada por John y Julia Singer, una pareja que conoció Herm en los años noventa y decidió convertirla en su hogar.
Sostenibilidad como forma de vida
Herm avanza hacia un modelo de autosuficiencia energética. El ferry que la conecta con Guernsey funciona con biocombustible, y el 60% de las calderas de la isla ya utilizan este sistema. También se instalaron paneles solares en las duchas de los campings y se proyecta una granja solar en uno de los prados más apartados. Además, el reciclaje de vidrio se ha transformado en una práctica común: los restos se trituran y se reutilizan en los senderos rurales.
Un refugio fuera del tiempo
La vida en Herm avanza sin prisa. “Es un sitio donde el tiempo ha pisado suavemente y los siglos apenas han dejado huella”, resumió Jenny Wood, quien administró la isla durante casi medio siglo.
En temporada alta, Herm recibe cientos de turistas que llegan para nadar, remar en kayak, observar aves o disfrutar del paisaje desde el White House Hotel, el único hotel de lujo del lugar. Pero en invierno, el silencio regresa, y la isla vuelve a ser ese secreto náutico donde la naturaleza es soberana.
Entre el sonido del mar y la brisa constante, Herm sigue demostrando que un estilo de vida más simple y sustentable es posible, incluso en pleno corazón de Europa.

