Un estación fantasma que no escapa al paso del tiempo bajo las ajetreadas calles de la ecléctica ciudad de Nueva York
La ciudad conocida porque nadie nunca duerme, el hogar de artistas y magnates mundialmente conocidos, la urbe más icónica del planeta repartida en enormes manzanas, infinitas calles, rascacielos de vértigo y hasta nueve islas, esconde multitud de tesoros dignos de descubrir.
Uno de estos lugares es el City Hall Station, la estación fantasma de Nueva York, cuyo “metro” unió el centro de Manhattan con la calle 145 de Harlem en tan solo 15 minutos y llevaba el eslogan de “City Hall to Harlem in 15 minutes”. Cada convoy estaba repartido en cinco vagones y con un total de 28 estaciones los neoyorquinos conseguirían Esta joya estadounidense se inauguró en el año 1904 y supuso el inicio de toda una revolución urbana y arquitectónica de la gran metrópoli.
Este enclave situado bajo el parque que rodea el ayuntamiento, en el barrio de Civic Center, fue diseñado por el famoso y original arquitecto valenciano afincado en Estados Unidos, Rafael Guastavino. El estilo y la estética con la que diseñó la estación, fue todo un hito en cuanto al mundo arquitectónico se refiere, ya que no fue, para nada, una estación casual, sino un tanto bohemia y peculiar.
Tanto el diseñador como los arquitectos Heins y LaFarge, optaron por la implementación de un techo abovedado, con arcos vestidos de azulejos de colores, todo ello con un revestimiento de hierro y una ornamentación que permitía la entrada de la luz natural a través de vidrieras.
El 27 de Octubre de 1904, ese día marcaría el comienzo de la inauguración del primer metro de la Gran Manzana, conocido inicialmente como “City Hall Loop”, un hito mundial que se haría eco en ciudades tan cosmopólitas como París y Londres. Pero el desenlace no fue como se esperaba y terminó convirtiéndose en una estación fantasma, lugar obligado de visita para los viajeros más aventureros y amantes del misterio y la historia.
Tras unas cuatro décadas de perfecto funcionamiento y abundante tránsito de pasajeros y pasajeras, a mediados de los años 40, el convoy experimentó un importante descenso de uso, debido a la proximidad a la estación y al puente de Brooklyn, el cual tenía bastante más población residente que la zona dónde se había inaugurado la “City Hall Station”. Es entonces, cuando en el año 1945 se decide proceder al cierre de la estación que había marcado un hito en la historia de la primera mitad del siglo xx, convirtiéndose en una estación abandonada.
Bajo un el ruidoso y ajetreado fluir de la vida neoyorquina, se esconden bajo tierra los vestigios de esta estación. Tras 77 años de abandono todavía se aprecian los llamativos tragaluces que decoran sus techos, así como las bóvedas y los raíles que conformaban el espacio. La estación, considerada monumento histórico de la ciudad y registrada desde el año 2004 en el Registro Nacional de Lugares Históricos (NRHP) de Estados Unidos, solo se puede visitar en ocasiones contadas ya que no está abierta al público, pero sin embargo, para aquellos que vayan montados en la línea 6 y lleguen a la última parada (Brooklyn Bridge/City Hall) tienen la suerte de poder vislumbrarla.
El escritor y colaborador Javier Moro, nos ofrece la oportunidad de conocer de manera cercana y anecdótica las profundidades de esta historia neoyorquina desde su libro “A prueba de fuego”, donde narra la aventura americana de Rafael Guastavino, el arquitecto español que formó parte del diseño de la estación “City Hall Station”.