En el corazón de Valencia, en el distrito del Carmen, se encuentra un lugar inusualmente singular. Es un rincón que no pasa desapercibido para aquellos que lo visitan, pero su ingreso está completamente restringido para los seres humanos. Es conocido como la Casa de los Gatos o La Gatera. Este pequeño espacio tan intrigante está ubicado en la calle Museo de Valencia, específicamente en el número 11.
El rincón fue magistralmente creado por el escultor artesano Alfonso Yuste Navarro en 2003. Consciente de que este espacio había sido ocupado por gatos durante años, decidió esculpir la fachada de la casa. La escultura es una minuciosa representación de una fachada de tres plantas con un encantador balcón. Su nivel de detalle es excepcional, destacando una puerta con un escudo heráldico, ventanas con la imagen de Charles Chaplin, escaleras, una fuente e incluso un tejado.
Curiosamente, la puerta de esta casa es completamente funcional, permitiendo la entrada y salida diaria de los gatos. Junto a la entrada, se puede apreciar una inscripción que reza: «En memoria de los cuatro gatos que quedaron en el barrio del Carmen el año 1094. Nunca se les escuchó un maullido más alto que otro«. Esta inscripción rememora una antigua historia que hablaba sobre aquellos cuatro gatos.
El escultor Alfonso Yuste Navarro creó esta escultura como un sentido homenaje a lo que se conoce como «los cuatro gatos». Durante el año 1094, en la época del Cid Campeador, los católicos sostenían la creencia de que los gatos eran seres provenientes de otro mundo, casi diabólicos y portadores de mala fortuna.
La superstición era tan fuerte que el Cid ordenó la ejecución de todos los gatos en Valencia con el propósito de erradicarlos. Según la leyenda, cuatro gatos que vivían en el barrio del Carmen lograron escapar de la extinción y, sorprendentemente, se llevaban de maravilla entre ellos.
Aunque es uno de los rincones más icónicos y peculiares de la ciudad de Valencia, este pequeño lugar no ha recibido el afecto que merece. El paso del tiempo ha dejado su huella, desgastando la pintura y dañando parcialmente su estructura. Aunque los gatos siguen utilizando este espacio en la actualidad, su diminuta estructura se va volviendo cada vez más invisible debido a la falta de mantenimiento.