Ser anfitrión de los Juegos Olímpicos significa pagar la factura del evento deportivo más grande del mundo y vivir con las consecuencias para una generación entera.
Para que te des una idea, Beijing gastó 40 mil millones de dólares para ser anfitrión en 2008, solo para ver languidecer muchos de sus lugares. La inversión de 51.000 millones de dólares que Rusia pagó para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 en Sochi tuvo, en el mejor de los casos, retornos fugaces; su reluciente parque olímpico se convirtió rápidamente en una ciudad fantasma después de los Juegos. Y no te olvides de Río: las grandes esperanzas de la ciudad para sus estadios se desvanecieron cuando el centro de atención internacional empacó y se fue después de los Juegos de Verano 2016.
El gasto de 13 mil millones de dólares de PyeongChang para albergar los Juegos Olímpicos de Invierno de este año puede parecer frugal a la luz de las gigantescas ofertas del pasado reciente. Pero las fotos de las antiguas sedes olímpicas en sus estados actuales muestran lo que el futuro podría deparar cuando el polvo se asiente en Corea del Sur.
Un comentario
Que gran pérdida de dinero, estas se deberían utilizar cada 2 juegos olímpicos, para que los gobiernos se vean a la obligación de mantenerlos y caigan en la ruina.